Las campanas electorales de manera “no oficial” ya empezaron a escucharse y anuncian el inicio de un año preelectoral intenso y la elección general que se desarrollará el próximo año.
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El contexto democrático institucional en el que están sonando las campanas no es muy alentador, no solo desde la perspectiva de la oferta electoral, que hasta el momento no ha logrado despertar esperanza y solo aumenta las alarmas y las preocupaciones, sino también desde el área político-institucional.
Lamentablemente, estamos en un momento de deterioro democrático institucional provocado por una alianza de actores (políticos, empresariales, narcotráfico y crimen organizado que busca impunidad en el país) que está desbaratando lo poco que habíamos avanzado en el proceso de consolidación democrática.
El proceso de cooptación de las instituciones del Estado se constituye en este momento en uno de los principales riesgos para la credibilidad y legitimidad del proceso electoral. Es preocupante porque uno de los pocos avances que habíamos logrado era precisamente desarrollar elecciones en un ambiente democrático, sin fraudes electorales, persecución ni limitación al ejercicio político de la oposición.
Por ello, la importancia de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) sea una institución baluarte que resguarde los principios democráticos y que promueva un proceso electoral sin cuestionamientos.
Un contexto electoral competitivo, plural y democrático en el que las diferentes expresiones políticas puedan participar constituye uno de los bienes más preciados del sistema democrático del país. Lo peor que nos puede pasar es tener una elección en las que de manera “dedocrática” se defina qué partido puede participar y cuál candidato se pueda postular, utilizando argucias para bloquear la participación de opositores políticos.
De la misma manera, los partidos políticos, como actores relevantes dentro del proceso electoral, se están preparando para realizar sus asambleas ordinarias para renovar sus estructuras partidarias. Hemos visto cómo muchos de ellos han presentado a los nuevos liderazgos, algunos de ellos reciclados, sin mucho tino político, porque están dándole espacio y posiciones de poder en los partidos a figuras que han sido fuertemente cuestionadas.
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Por otro lado, los partidos deberán a finales de año realizar sus asambleas de postulación de cara a presentar sus candidaturas. En este aspecto se deberá tomar en cuenta los mecanismos que utilizarán los partidos para definirlas porque en ellos descansará la credibilidad y la legitimidad de los partidos y sus candidaturas. Evidentemente, si los partidos optan por replicar las prácticas antidemocráticas de ofrecer “casillas” al mejor postor, vendiéndolas a diestra y siniestra, no solo comprometerán su legitimidad, sino que también replicarán los círculos de corrupción-cooptación de las estructuras partidarias que tanto daño le hacen a la democracia.
Esperaría que los partidos opten por la renovación de sus cuadros y se dediquen a seleccionar sus candidaturas con criterios que permitan la participación de cuadros políticos partidarios interesados en un ejercicio político apegado a principios y valores democráticos, alejados de las prácticas de corrupción, nepotismos y cooptación de las instituciones.
Lo peor que puede pasar es que los partidos reciclen candidatos y presenten más de lo mismo, con diferentes colores, banderitas y logos, pero que en esencia sea continuidad y no representen un auténtico cambio.
Por ello, la legitimidad del proceso electoral descansará, en buena medida, en las acciones y las decisiones que los actores políticos están tomando y tomarán en este año preelectoral y de manera paralela, en la misma dimensión, el TSE también tiene su cuota de responsabilidad y verá a prueba su independencia con los procesos de inscripción o cancelación de las organizaciones partidarias, entre otros aspectos. ¿Qué opina usted?