Estamos cerrando con un sentimiento pesimista y desalentador el segundo año del periodo presidencial y de los congresistas en el Legislativo. Ha sido un período políticamente complejo en el que el desgaste político, la credibilidad y la legitimidad de las autoridades entró en una rápida caída, que ha generado, en diferentes momentos, crisis de gobernabilidad.
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Sin duda, el gobierno del presidente Alejandro Giammattei desaprovechó una oportunidad para tratar de reencauzar el rumbo del país y optó por generar una alianza con tintes político-electorales con Zury Ríos y Sandra Torres, para hacer avanzar una agenda de cooptación de las instituciones, principalmente las de justicia, favorecer a las redes político-clientelares, promoviendo la corrupción e instaurando la impunidad.
Se encargó de gobernar para esos objetivos y dejó tiradas las necesidades y las prioridades de la gente que, en medio de la pandemia, necesitaba como mínimo un plan de vacunación efectivo. Es una vergüenza porque somos uno de los países en América Latina que más rezagado está en esta materia. No se olvidan los serios cuestionamientos y las dudas sobre el contrato que se celebró para comprar las vacunas Sputnik V, que hemos parcialmente recibido y nadie puede explicar cuándo entregarán las que faltan.
Lo peor de todo es que estamos vacunando a las personas con donaciones a pesar de que el gobierno tuvo el dinero y contó con suficiente tiempo para actuar, pero optó por un contrato sin sentido, opaco y poco transparente, dejando a la deriva a la población y a merced de la buena voluntad de los países amigos. No me quiero imaginar qué hubiera sucedido en materia de salud pública y de gobernabilidad sin estas donaciones, que literalmente, le salvaron el pellejo al gobierno.
Estos factores solo alimentan el desgaste de la imagen, credibilidad y confianza que tiene el gobierno, que está sostenido por un sector empresarial y las redes políticas-clientelares, algunas vinculadas al narcotráfico, que se están beneficiando de las acciones y lo están defendiendo a capa y espada.
Los elementos mencionados configuran de entrada un tercer año bastante complejo si tomamos en cuenta que la dinámica política de los próximos meses estará dominada por el alineamiento que tendrán las fuerzas políticas de cara a las elecciones de 2023. Será el momento en el que los actores que están cerca del gobierno tomarán una sana distancia para evitar costos electorales.
Muchos tratarán de perfilarse en el Congreso como diputados y bloques de oposición al gobierno, a pesar de que es muy fácil darse cuenta de que lo han apoyado y seguramente lo seguirán haciendo en las votaciones importantes.
Por otro lado, los procesos de cancelación de partidos como el de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), con Sandra Torres, y otros que pueden venir en camino podría reconfigurar el tablero político. Esto se verá reflejado en el nacimiento de “nuevas ofertas electorales”, que cambian el símbolo, nombre y logo, pero en esencia no hay nada nuevo porque están integrados por los mismos políticos tradicionales que saltan de un partido a otro.
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El próximo año también tendremos la elección del próximo fiscal general del Ministerio Público (MP), del procurador de los Derechos Humanos (PDH), a ver si el Congreso elige a los magistrados a la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Estas elecciones son importantes porque pueden reforzar o revertir la tendencia de la cooptación de las instituciones.
Por ello, en estos días de fin de año, aproveche para compartir con sus amistades y familiares, con las medidas adecuadas porque seguimos en pandemia, y trate de descansar de la dinámica política porque el calendario de 2022 estará muy intenso.