Definitivamente, cuando se hacen cosas que quien las planea, organiza, delega y ejecuta entiende qué y cómo hacerlas, normalmente salen a pedir de boca. Y, como digo: “Quien entiende cómo hacer las cosas, las sabe hacer bien, el que no, simplemente las hace”. Y este fin de semana para mí, que duró 52 horas, desde que salí de mi casa el viernes hasta que regresé el domingo, fue de un sentir demasiado alegre. Y ahora le cuento por qué lo digo.
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Salimos con mi hijo, el viernes tipo 11 a. m., para llegar a un almuerzo en un área de Milpas Altas, en medio de la naturaleza, envuelto con mucho verde de tanta planta y árboles de diferentes tipos, alturas y colores. Precioso todo. Tortillitas recién salidas del comal, chicharroncitos suaves con un gusto delicioso que, por cierto, adiós a una parte de una muela que se me rompió al masticar. Carretilla de hotdogs, ya sabe, con el pan calientito a las brasas, y un ambiente familiar de amigos que rodeaba mucho cariño. La familia y amigos que venían de fuera para acompañar a Ale y Luli, el día de su boda, fueron uniéndose con amor, pero, sobre todo, con mucha alegría. Se les sentía en los abrazos de recibimiento. Las carcajadas, siempre presentes. Tuve el gusto de conocer a una pareja en particular, a Bruno no le había venido su maleta desde España y lo apoyé llamando a la línea aérea durante ese día y al siguiente para saber sobre su maleta. El sábado, luego de 55 minutos en línea, que tal vez 50 fueron de música y mensajes de grabación y el resto sí hablando con un ser humano, logramos que la maleta le llegara a su hotel en la bella ciudad de Antigua.
Llegó el tan esperado día de la boda religiosa. Cuando estaba desayunando en el hotel, de repente oí que alguien dijo mi nombre y cuando volteé a ver era Eugenia, de Costa Rica. Andaba con su equipo de trabajo, regalándoles unos maravillosos días de agradecimiento con un paseo por Antigua. Llevaba años de no verla, me dio mucho gusto platicar y compartir con ella. La mañana seguía pasando y cada quien en lo suyo, arreglándose, peinándose y maquillándose; Ruth me dejó espectacular y yo me sentía sensacional y muy emocionada. Mi hijo se vistió guapísimo, y con la corbata de pajarito color aqua que había elegido, para que hiciera juego con el vestido que su novia había decidido usar ese día.
El bus que nos llevaría a la Iglesia San Juan del Obispo, a muchos de los que estábamos hospedados, tanto en el hotel donde nos estábamos quedando con Santiago, como en otros lugares, estaba a tiempo. Todos los invitados listos y los buses con el profesionalismo de un buen transporte. Llegamos a ese bello monumento, el altar precioso, estaba adornado con arreglos de diferentes variedades de flores blancas. Las primeras bancas tenían puestos asignados y marcados con una tarjetita sencilla con el nombre de la persona; tanto para cada familia, como para las damas y los caballeros elegidos. Todo superbién organizado, así como a quién le tocaría leer las distintas lecturas. Tuve el honor de leer la primera lectura asignada. Confieso que, estando en el hotel, el viernes por la noche me percaté de que había olvidado mi papel, pero mi cuñada Julie, que es superordenada, me lo reenvió y Santiago me lo imprimió en la recepción del hotel. Quería repasar las líneas y marcar, como he aprendido, en dónde hacer las pausas y así no trabarme con la emoción del momento a la hora de estar leyendo.
Puedo decir que tanto amor y felicidad que inspiraron los novios en varios momentos del servicio religioso y no digamos luego de “los declaro marido y mujer”, que la emoción hizo que los aplausos, chiflidos y gritos retumbaran de parte de la mayoría de los invitados en este maravilloso acto. Realmente fue muy emotivo, mucho gozo y bendiciones vibraban en el lugar. Y, luego, al llegar a la puerta de salida, los recibió un cielo de lo más azulado posible, los cohetes se hicieron presentes para celebrar a la nueva pareja y dar otra chispa de emoción al momento. Goyito, el fiel acompañante de Ale, desde su temprana edad, muy feliz y siempre listo y dispuesto, fue quien les hizo sus siguientes traslados en el carro nupcial.
A todos, nuevamente en el bus, nos trasladaron al lugar de la recepción. Una casa con un gran jardín, hace muchos años conocí a la dueña original de ese bello lugar; junto con su familia, hemos sido amigos desde chiquitos. Y ahora esta casa la tienen acomodada como hotel boutique y celebran recepciones de diferentes tipos. Lula fue quien eligió todo junto con las personas que le apoyaron: cada detalle, cada momento, cada cosa en su lugar, la comida, centros de mesa… todo estaba de un gusto excepcional, con una forma sencilla y elegante. Cuando llegó el famoso baile de novios, acompañados de Kany García y su canción “Para siempre”, pude sentir esa emoción de admiración, respeto, alegría y mucho amor entre ellos, y no digamos la alegría que transmitieron cuando cada uno bailó con su mamá, ¡wow! Una maravilla de felicidad compartida, donde mi emoción fue inmedible. Puedo decir que en la recepción me la pasé lo máximo. La comida delis y el ambiente estaba sintiéndose con mucha felicidad.
Tomé el último bus a medianoche que me llevaría de regreso al hotel. Al llegar, acomodé todo para tener lo usado, de ese día, ya empacado, entonces me dije: voy a cargar mi celular. Y busca y busca, mi bolsa no la tenía, mi celular se había quedado en ella. Al salir de mi cuarto, ya en pijama, me encontré con el sobrino de Julie y le pedí que la llamara para saber si había dejado mi bolsa en la mesa donde estuve con ella antes de tomar el bus. No estaba allí. Luego, ella me dio el número del encargado de los buses y, al llamarlo, ya casi era la una y media de la mañana, me confirmó, luego de averiguar, que la bolsa se había quedado en el bus y que al día siguiente me la regresarían a las 9 a. m. cuando llegaran por un grupo al que tenían que hacerle el traslado de Antigua al aeropuerto de Guatemala. Y así fue, mi bolsa completita llegó a mis manos y ¡a cargar el celular! ¡Qué tremenda sensación, sentir que había perdido mi celular y todo lo que hay dentro! Me imagino que le ha pasado alguna vez a usted también.
Un desayuno con algunas de las familias, amigos del extranjero y, nuevamente, toda una convivencia de alegría. Llegó el momento de decir hasta pronto, de regresar al hotel por nuestras cosas y a tomar el camino de regreso a Guatemala pasando por un vivero a comprar pascuas y bolsitas de lavanda para llegar a descansar y a seguir sintiendo tanta alegría compartida de estas últimas 52 horas.