Opinión

"Corona de adviento, Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción y la quema del diablo"

"Diciembre, ese mes friíto de lindos celajes y de familia, ponche, tamales, pavos y jamones, fiestas y alegrías. Son muchos los recuerdos de mi niñez alegre gracias al trabajo y esfuerzo de mis padres."

Diciembre, ese mes friíto de lindos celajes y de familia, ponche, tamales, pavos y jamones, fiestas y alegrías. Son muchos los recuerdos de mi niñez alegre gracias al trabajo y esfuerzo de mis padres.

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Las idas a Longarone para Navidad y Año Nuevo. El rezo de las posadas en las iglesias de la ciudad con mi mamá y mi papá y mis hermanos. Las idas a celebrar con las abuelas y los abuelos a sus casas, de ver los nacimientos con sus árboles de Navidad y nacimientos enormes que hacía mi Mama Julia o Mama Mary en Mariscal.

¡Las quemas del diablo! con cuetes, fogarones y brincos sobre la fogata en la noche fría y despejada de diciembre.

La reunión familiar con toda la familia ampliada de los primos, tíos, tías y amigos de toda la familia en la casa de Mama Julia y Papa Paco allá en la granja “El Recuerdo” de mis abuelos Bran. El juego de la chamusca después del almuerzo de caldo de gallina, de unas quince gallinas en una ollona de tamales, y luego de cocidas las gallinas, asadas al carbón con tomatío chiquito de salsa ¡las yemas asadas! el caldo hirviendo con una cucharada de crema de Zacapa y las risotadas de mis papás y mis tíos bromeando y contando charadas toda la tarde.

Guatemala tiene tradiciones navideñas centenarias, desde que, el ahora ya oficialmente declarado Santo Hermano Pedro, trajo a La Antigua la tradición betlemita de hacer los nacimientos con figuritas de barro o los Niños Dios hechos con el arte de la imaginería colonial, verdaderas obras de arte y joyas de las familias heredadas de generación en generación

La manzanilla, el ponche, el pino y los adornos tradicionales, el olor a musgo y a los pinabetes de Navidad. La canela y las frutas secas del ponche, los tamales con recado de tomate, achiote y manteca de cerdo… ¡Ya me esta dando hambre! y unos tres o cuatro buenos franceses.

Las risas de los niños abriendo los regalos, los abrazos largos y fuertes de las doce a mis hermanos, a mis hijos y sobrinos, a nuestros padres, esposas o esposos. Esos momentos no se olvidan nunca, quedan en el alma al lado del corazón, a veces con una furtiva lágrima escapando de un ojo.

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Es el nacimiento de Nuestro Señor y Salvador, el Niño Dios, y la escena del pesebre, con María Santísima y San José, esa escena de la natividad celebrada en todo el mundo y muy especialmente en Belén, en Roma y en todo el Occidente Judeo-Cristiano, es una ocasión que nos recuerda que somos cristianos y que somos parte de la civilización que viene de los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña que ese pequeño y pobre niño judío, carpintero y Salvador de profesión, divinidad hecha Hombre, azote de los sepulcros blanqueados y fariseos y humilde lavador de los pies de sus discípulos y protector de la mujer, que unos barbaros querían apedrear.

Ese Niño Dios vuelto Hombre, que salvó al Centurión, a Lázaro resucitándole y perdonó a Pedro y a Mateo y a María Magdalena. Ese hombre, que al vivir dignamente y valiente enfrentó al mundo y sus pecados, y que al morir en la cruz y resucitar de entre los muertos nos dio nuestra salvación, es el Hombre y Dios Nuestro Señor que este bellísimo mes recordamos en nuestras casas y con nuestras familias, que son la bendición más clara de Nuestro Salvador nacido en Belén. ¡El descendiente de David! La Estrella de Belén, el hijo de María, nuestro consuelo y devoción. ¡FELIZ NAVIDAD PAISANOS EN TODO EL MUNDO! ¡FELIZ NAVIDAD! Dios salve a la república y a Guatemala, la niña de nuestros ojos.

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