No es necesario ser genio para predecir que en Guatemala habrá una cuarta ola de Covid-19. La contundente frase del ministro de Salud alemán lo dice sin ambages: “Para finales del invierno, todos en Alemania estarán vacunados, recuperados o muertos”. Lo dice desde un país que cuenta con un sistema de salud absolutamente consolidado. Aquí todo confabula a favor de que los contagios pronto empiecen a subir. Las fotos de La Antigua durante el fin de semana pasado son uno de tantos ejemplos. Las aglomeraciones en las calles eran impresionantes. Y no solo allí. Es en casi cualquier sitio adonde uno va. Es en el vecindario. Es en las oficinas.
PUBLICIDAD
Considero entendible que la gente salga y hasta que se descuide. El hartazgo ha alcanzado hasta a los más cautos. Además, es fin de año. Vienen los convivios. Las reuniones familiares. Las compras. El coctel perfecto para el desastre.
No veo por dónde detener esto. Lo realista es intentar disminuir el impacto de lo que inevitablemente vendrá. Agilizar la vacunación. Aplicar la segunda dosis a quienes aún no hayan completado su esquema y distribuir con sentido de urgencia los fármacos que hoy son abundantes.
Es un tropiezo que la gente rechace la Sputnik V, porque es la que está más a mano. El Gobierno no supo manejar su comunicación en el tema del contrato con Rusia y con ello minó la confianza en esa vacuna. Y es una pena que tal cosa suceda, porque, según los médicos, funciona muy bien para prevenir hospitalizaciones y fallecimientos por Covid-19. A eso se añade que no la aceptan en Estados Unidos. Es latente el peligro de que se pierdan infinidad de dosis si caducan antes de ser aplicadas. Sería, asimismo, un pésimo negocio para el país. Ojalá haya lucidez suficiente como para saber aprovecharlas. Ojalá no se compruebe, con el tiempo, que detrás de esa compra haya regido la corrupción. Ojalá que quienes aún no se han vacunado no dejen de hacerlo solo porque es Sputnik V la que está disponible. Ojalá tantas cosas.
Si el presidente piensa imponer medidas, es ahora cuando debe hacerlo. No digo que nos encierre. Pero es impostergable que vele para que se respeten los aforos establecidos y que las fiestas, que las hay y las habrá, no abusen en lo multitudinario. Es muy importante también que la sociedad no peque de inconsciente y de superficial. En tal sentido, vacunarse es lo primero. Asimismo, estimular a amigos y familiares que todavía sean reacios a inmunizarse a que lo hagan cuanto antes, recordándoles que nueve de cada diez que llegan al hospital por Covid-19 o que mueren por esa enfermedad son no vacunados.
Lidiar con la incertidumbre ha sido de lo más arduo y frustrante durante esta pandemia. Es demoledor no saber con qué nueva sorpresa nos saldrá este ingrato virus. Me parece de capital importancia que el Gobierno le apueste a una vacunación masiva. Hablo de una campaña en la que involucre de lleno a los liderazgos sociales del país.
El rediseño de los puestos de vacunación puede ser decisivo en eso. Un equipo de expertos en logística podría idear alguna manera de distribuir las vacunas, de tal modo que no se tenga que pasar cinco horas en fila para llegar al pinchazo. Eso podría ser clave a la hora de enfrentar ese enorme desafío de lograr que la demanda por la vacuna se incremente. Y es vital, también, que el control de la inmunización sea estricto y profesional para evitar que las ya conocidas redes delictivas que operan en el Ministerio de Salud extiendan carnés falsos de vacunación. El rumor ya circula. Deseo de todo corazón que no sea cierto.
La economía puede mantenerse a flote si las medidas de bioseguridad se observan con rigor. No procurarlo es pan para hoy y hambre para mañana. Desechar las dramáticas experiencias de otros países sería un error imperdonable. Confiarse en exceso puede resultar fatal. Insisto: No es necesario ser genio para predecir que en Guatemala habrá una cuarta ola de Covid-19. Europa es la bola de cristal.