Aceptar que a alguien le tocó terminar su tiempo a nivel terrenal, la mayoría de las veces no es fácil. Sea cercana o cercano, lo que siempre da tristeza, mucha o poca, largo o corto el tiempo de procesar el duelo, realmente, no es medible; lo que sí es medible es el sentimiento de no poder vivir todas esas expectativas que ya no se podrán compartir con el cuerpo, energía y alma juntos, pues les tocó dividirse. Pero, lo que sí quedará grabado en muchos corazones, de generación en generación, es el legado y ejemplo que dejan los que se van, al haber trabajado alineados a la ley y la justicia, en contra de la corrupción y al servicio del prójimo.
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Hay personas que van creciendo, aprendiendo y viviendo haciendo el bien y dejando huellas con una ética intachable que habla por sí sola. Otras, posiblemente, tienen ilusiones, pero en el camino cambian los pocos principios y valores que pudieron haber aprendido en casa y, de seguro, no eran parte arraigada a su alma. Y el tercer grupo, que nunca aprendió a ser honesto, transparente, con principios y valores de honor, aunque académicamente pudieran haber sacado un título universitario, donde el señor don dinero se convierte en algo prioritario en sus vidas, acompañados siempre con la etiqueta que dice “corruptos” y sin temor alguno hacia al Ser Supremo y sin importarles el valor de su nombre.
¿A cuántos profesionales de la medicina, de leyes, ingenieros, etc. respeta usted, y sabe que son auténticas su palabra y sus respuestas? ¿A cuántos profesionales usted les puede consultar algo, sabiendo que la verdad va a prevalecer en su respuesta, antes de darle una información donde solo será provecho para el cuerpo y el engorde de la billetera del que consulta? Y así le puedo inspirar para que reflexione con muchas preguntas. Amiga y amigo lector, podría decir que los que me están leyendo, posiblemente, ya han experimentado esta falta de profesionalismo de algunos, que dicen llamarse profesionales en su carrera universitaria, y que la o lo han decepcionado por esa falta de ética con la que gozan de un dinero mal habido. Me acuerdo de mis secuestradores, cuando hablaba con ellos y me decían que ellos estaban trabajando, y que por lo que estaban haciendo conmigo, iban a ganar su dinerito, ¿es esto justo para el que la está pasando mal?
Hace unos días partió al más allá, en su momento perfecto, mi amigo y compañero de mi hermano Nelson, de la famosa treceava promoción del Liceo Javier, el Dr. Román (Moncho) Carlos Bregni. Un tipazo de gran corazón y como profesional mis respetos. Un gran orgullo para Guatemala por ser un profesional intachable, es de quitarse el sombrero por todo lo que investigó, lo que realizó, por lo que peleó para hacer justicia en el ámbito del precio de la medicina en nuestro país. Es una gran pérdida, pues siempre peleó, con su forma tan determinante de ser, inquebrantable y defendiendo siempre la verdad; dio la cara de frente, sin esconderse y sin poner a alguien más, como hacen algunos estrategas de guante blanco. ¡¡Gracias de corazón, Moncho, por esas respuestas tan atinadas que siempre me diste cuando te consultaba sobre algún profesional o síntoma mío o de alguien más, y tú, de manera incondicional, siempre me apoyaste, gracias!! Estoy segura de que tus hijos han de sentirse muy orgullosos del gran legado profesional que les dejás, tanto a tu país como al mundo entero, de esas investigaciones profundas que trabajaste.
Ahora, el otro lado de la moneda, los farsantes, mentirosos, embusteros, doble cara, aprovechados y cuantos más adjetivos podría describir; sí, junto con los que fallan a su promesa cuando se gradúan como profesionales en la universidad, bueno, a los que no falsifican su título, me refiero. No sé quiénes son peor, si los médicos que se aprovechan del dolor humano y ven grandes ventajas económicas, o los abogados que solo ven billetes que pueden ir y venir bajo la mesa o dentro de un sobre, para pelear y defender las mentiras del sindicado. Personajes cobardes con poder, pero sin una pizca de ética. ¿Dormirán tranquilos estos profesionales que son especialistas en sobornar, sabiendo lo farsantes que son? Tendrán dinero suficiente para satisfacer esa hambre material, obvio, muy mal habido, pero esa espinita de actuar de manera cero profesional los dejará dormir tranquilos o ¿tendrán siempre que estar acompañados del alcohol o escondiéndose bajo las sábanas de diferentes mujeres u hombres, porque saben, en el fondo, que la verdad es otra y el miedo de la vida los envuelve en cada momento? ¿Y han de saber que la tortilla se les puede voltear en cualquier momento? Insisto, que la verdad siempre sea la que gane, pues tarde o temprano sale a luz, y al que sube muy rápido, con trabajo alejado a la verdad, el cuentazo de la caída siempre dolerá y pagará, pues lo que fácil llega, fácil se va.
Acabo de ver en Netflix la película “En silencio”, que trata del abuso sexual que hacen los directores y algunos profesores dentro de un lugar educativo para sordomudos. ¡Qué barbaridad lo que viven! Y, a los que quieren defender a esos niños y se atreven a denunciar con la verdad, les toca enfrentarse con la famosa corrupción de los que dicen llamarse profesionales honestos y están dispuestos a defender a toda costa la mentira en vez de a la verdad. Por favor, no deje de verla, es el día a día que se vive en el mundo entero gracias a tanto profesional sin ética que se mantiene ensuciando la verdad y defendiendo la mentira. Estos corruptos que creen que vale mucho más el sobre con dinero que recibirán por un tiempo, al precio que pagarán y las consecuencias por no estar apegados a la verdad y a la ley. Definitivamente, el temor a Dios no existe en estos malos profesionales, aunque hay algunos que hasta están somatándose el pecho en su banca del pecado, y tampoco han de saber, que el que la hace, tarde o temprano, la paga; porque todo, todo lo que digamos o hagamos, siempre regresa. ¿Cree usted en la ley de la vida?
¡Qué tristeza, que la justicia, apegada a la ley; no sea la que vemos de forma transparente en el día a día! Los abogados y jueces actúan de forma tan sucia, juegan y juegan con las famosas audiencias con tal de seguir teniendo el control de los acusados y así poder ganar más dinero. No me digan que no es así como funcionan los corruptos. ¿Cómo pueden sentirse orgullosos de su trabajo con un resultado ajeno a la verdad? ¿Lo harán con base en el dinero que reciben por allí sin valorar su nombre y lo que digan de ellos? Al menos yo siento que no hay como andar siempre con la cara en alto, dejando huellas claras que hablen de mí, y que, cuando se refieran a mi nombre y a lo que hago, solo puedan decir cosas apegadas a la verdad, como persona o como profesional que soy. Por eso mantengo y digo “mi nombre es mi marca”.