El país está navegando en un mar de desesperanza y desolación. Las agitadas aguas de corrupción e impunidad nos están hundiendo como sociedad. En estas circunstancias, necesitamos asumir compromisos para impulsar esfuerzos democráticos, recuperar el timonel y reencauzar el barco para llevarlo a buen puerto.
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Hablar con frialdad, aceptar que tenemos problemas y enfrentar la realidad es la única manera en la que lograremos salir adelante. No necesitamos sentarnos a pensar que las cosas están mal, resignarnos y quedarnos de brazos cruzados esperando que de manera mágica se solucionen y cambien.
Al contrario, la historia muestra que este tipo de circunstancias requieren de liderazgos democráticos y con visión de país que asuman el compromiso de impulsar esfuerzos colectivos y coordinados desde varios sectores de la sociedad para reencauzar el rumbo catastrófico, brindando horizonte y esperanza.
No obstante, enfrentamos una “sequía” de liderazgos en casi todos los sectores de la sociedad. Una lamentable ausencia de liderazgos que tengan capacidad de articular procesos de diálogo y buscar concertar los acuerdos de país. En muchos sectores políticos, sociales y económicos no se han desarrollado procesos de formación o renovación de liderazgos democráticos.
Se ha perdido en muchos espacios y sectores la confianza, o se han minado puentes de comunicación y prevalece la descalificación, una ilógica enferma de polarización y atrincheramiento “ideológico”, y ausencia de diálogo franco y honesto.
El panorama es bastante desolador e incierto cuando en el escenario aparece una institucionalidad pública cooptada por redes político-clientelares que están promoviendo corrupción en impunidad; una crisis económica agudizada por los efectos de la pandemia que está generando desempleo, migración y anulando las oportunidades de desarrollo, el incremento de la violencia e inseguridad y un lamentable aumento de la pobreza y la exclusión.
Lo preocupante de esta situación y la fragilidad de nuestra democracia es que termina siendo tierra fértil para que se siembren, crezcan y florezcan liderazgos-movimientos autoritarios, mesiánicos y populistas en medio de la desesperanza y oscuridad, y logren articular plataformas que ganen corazones y simpatías.
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Por ello, tomando las experiencias históricas y recientes, en el país necesitamos liderazgos democráticos, estadistas, con un profundo compromiso para reconstruir procesos de diálogo, restaurar puentes de comunicación, recuperar la confianza y construir soluciones a los problemas que estamos enfrentando.
Entiendo perfectamente que se ha perdido la esperanza y la confianza en la política como instrumento de transformación, pero, a la misma vez, me topo con el dilema de que no hay ni encuentro otro camino.
Necesitamos recuperar y resignificar el ejercicio político, generar esfuerzos colectivos encabezados por liderazgos democráticos y representativos que traigan esperanza, diálogo y concertación. No solo desde lo político partidario, que es importante, sino también los esfuerzos se deben articular desde otros espacios sociales y económicos, considerando la diversidad y complejidad de nuestro país.
Una oportunidad para repensarnos como sociedad y recuperar el timonel de nuestro futuro, recuperar la capacidad de soñar y construir una Guatemala diferente. ¿Qué opina usted?