Una vez más, el Congreso de la República fue el escenario de una dinámica política intensa en torno a la aprobación del último estado de Calamidad. Las luces y los reflectores se enfocaron en las discusiones en el pleno, las posiciones y argumentos a favor y en contra que expusieron los diputados y los bloques legislativos, y no digamos sobre la votación que improbó el estado de Calamidad.
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Lo sucedido en el hemiciclo resulta ser material interesante desde la perspectiva de la ciencia política para evaluar y analizar cómo se encuentra la correlación de fuerzas, quiénes son los actores que salen perdiendo y ganando en términos de la relación de poder.
Indudablemente, el actor político más lastimado y que pierde es el presidente de la República. En menos de 15 días, en un contexto bastante complejo que demanda acciones contundentes de su parte para atender la pandemia, el Congreso de la República le dice no a los estados de Calamidad que ha decretado. Evidenciando que está perdiendo significativamente campo de acción en la arena legislativa.
No me extraña lo que le está pasando al presidente. Basta considerar en el análisis algunos aspectos del contexto que ayudan a explicar la situación que está enfrentando y que, si no toma acciones que den un giro a su actuar, lo más seguro es que continuará perdiendo espacios de acción política.
Los resultados recientes de varias encuestas de opinión muestran que siete de cada 10 guatemaltecos califican mal la gestión gubernamental y otro buen grupo de ciudadanos ve como necesaria la renuncia del presidente. Muchos indican que es el momento más crítico de la gestión y que entró en una acelerada e indetenible caída de confianza, legitimidad y aprobación.
La generalizada desaprobación a su gestión está alimentada, entre otros aspectos, por el pésimo manejo político, técnico y administrativo de las acciones gubernamentales para atender la pandemia. El colapso del sistema hospitalario y un ineficiente, cuestionado y poco transparente plan de vacunación.
Por otro lado, pareciera que los bloques que se opusieron al estado de Calamidad son los actores que salen ganando, en términos políticos, porque una vez más evitan que el Ejecutivo imponga una medida necesaria, pero impopular.
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Esto evidencia incapacidad y los graves errores de forma y fondo que cometieron los articuladores políticos del oficialismo en el hemiciclo. Incluso, en esta ocasión, la acción mediática de varios diputados evidenció las vergonzosas y nefastas prácticas de compras de votos en el pleno. Además, el oficialismo no aprende las lecciones y continúa con su actitud autoritaria que busca imponer y no consensuar.
Indudablemente estamos entrando a un escenario en donde paulatinamente los bloques legislativos y diputados que han estado apoyando al oficialismo evaluarán su posición y se alejarán progresivamente, ya que el desgaste político de cara a las elecciones les puede resultar sumamente costoso. Estos elementos se pondrán en juego en este año en la aprobación del presupuesto y en la elección de la Junta Directiva del Congreso.
Más allá de los actores políticos que salen ganando o perdiendo en el pulso entre el oficialismo con la oposición, los que salimos perdiendo somos todos. La pandemia está acá y, ante la crítica situación que enfrentamos, se requiere de acciones efectivas para restringir la movilidad para aplanar la curva de contagios, fortalecer el sistema de salud para atender a los casos con síntomas moderados y graves que necesitan hospitalización, y a su vez acelerar el plan de vacunación, y aliviar los efectos en la economía. ¿Qué harán el Ejecutivo y el Legislativo?