Opinión

Mayra Gabriel: "¿Estoy consciente de la muerte?"

“Hablar de la vida o de la muerte, para mí, debe ser con alegría, con ilusión. Suena muy raro o irónico, ¿verdad? Pero es por lo que significa cada nacimiento. En uno, tenemos como alma nuestro camino trazado por vivir, experimentar y aprender y en el otro simplemente es nuestro regreso a reencontrarnos, con ilusión, con todos aquellos que también ya se han adelantado y reconocer si aprendimos lo que, como almas, habíamos elegido venir a aprender en el cuerpo físico que elegimos. ¿Me expliqué bien?”

Luego de pasar un fin de semana en las alturas, en medio de la naturaleza, con una compañía formidable y con rebuenos anfitriones, a mi regreso a casa, el domingo por la tarde, me encontré con mi perrita pomerania, la Boli, de 14 años, en un estado bastante preocupante. Casi no se movía, aunque como una gran lady, como siempre fue en su caminar y en su forma tan segura de ser, se paraba y se quedaba quietecita como si esperaba y dijera con su mirada “¿Quién me carga?” Pasó la noche, el lunes muy temprano llegó la Monish a verla, a consentirla, ellas dos siempre tuvieron una buena conexión. El lunes a mediodía tomamos la decisión con mi hijo y su doctora de que era su momento de partir y así fue. Fue muy duro, sobre todo decidir que esa era, sí o sí, la mejor decisión para no alargarle tiempo sin sentido a su corazoncito. Un par de inyecciones, tiempo de espera y todo terminó para ella.

Lo que me ha impresionado ha sido la actitud de su pareja, nuestro pomerania macho, el Pelu. Unos cuatro días antes de la partida de la Boli, el Pelu estaba superansioso, queriendo estar solo con ella, lamiéndola y aullando como si él sintiera el dolor y demostrando una gran desesperación. En todo momento tratamos de que estuvieran juntos, aunque tanto Santiago como yo éramos los que cargábamos a la Boli. El lunes, antes de llevarla a la veterinaria, todavía se la puse cerca para que se despidieran en vida y su dolor emocional fue impresionante, como el mío y el de mi hijo; el Pelu se me quedaba viendo como si dijera: ¿Qué puedo hacer? Al regresar, ya sin ella viva a la casa, el Pelu ya era otro, su dolor y desesperación se había transformado en tristeza y soledad, y así ha estado estos últimos días. De alguna manera había percibido que su pareja, por casi ocho años, ya no regresaría a seguir acompañándolo. Fue impresionante sentir la conexión de sus almas.

Escribir la experiencia triste que acabamos de pasar como familia y oyendo al místico Sadhguru en una de sus charlas, preguntaba: ¿Estamos conscientes de la mortalidad? Y yo me digo y expreso siempre que lo único seguro que tenemos al nacer es la muerte, pero es de lo que menos queremos hablar. Sé que la transición de un alma, al dejar su cuerpo, deja muchos recuerdos, muchas vivencias y el dolor que percibimos generalmente es por las expectativas y apegos que podamos tener por el ser que se nos adelantó. Es cierto, la ausencia física que dejan es, la mayoría de veces, muy grande. Puede ser que a otros les caiga el veinte o su nueva realidad tiempo después, porque no lo procesaron en su momento y no vivieron las etapas del duelo como corresponde. Insisto en lo importante de buscar y aceptar ayuda profesional. El sentir, identificarse con el dolor, llorar y procesar es vital en el proceso del duelo.

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Hablar de la vida o de la muerte, para mí, debe ser con alegría, con ilusión. Suena muy raro o irónico, ¿verdad? Pero es por lo que significa cada nacimiento. En uno, tenemos como alma nuestro camino trazado por vivir, experimentar y aprender y en el otro simplemente es nuestro regreso a reencontrarnos, con ilusión, con todos aquellos que también ya se han adelantado y reconocer si aprendimos lo que, como almas, habíamos elegido venir a aprender en el cuerpo físico que elegimos. ¿Me expliqué bien?

Solo con poder respirar y “ser” ya es ganancia, una gran ganancia que debemos aprovechar para vivir el presente, dejar pasar lo que no nos hace ser felices y tener la valentía de enfrentarnos a nosotros mismos. Pero lo más importante y grandioso para cada quien es, como expreso lo mejor que puedo en mis escritos y que, refuerzo aún más después de oír el testimonio de Anita Moorjani en su libro “Muero por ser yo”, “amarse uno mismo”, antes de amar a alguien o a algo más, para que así nuestra vida realmente tenga vida propia.

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