La mañana que conocí a Consuelo Porras me dio la impresión de que era una señora bonachona e ingenua. Desde entonces, aunque me resistía a aceptarlo, su discurso ya tendía a eludir el momento histórico al que se estaba enfrentando. Su retórica académica y legalista sugería que no iba a dar la talla. Pero igual, me resistí a asumirlo. Era demasiado grave para el país que el Ministerio Público bajara el ritmo de sus acciones y perdiera su independencia.
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Desde el pasado viernes, luego de la destitución de Juan Francisco Sandoval, fui de la indignación al enojo y del enojo a la repulsión, dependiendo del día. Pero a esta hora, cuando el reloj marca las 9:30 de la noche del jueves 29 de julio, me invade la compasión cuando pienso en la aún titular del MP.
No ha de ser fácil estar en sus zapatos. Incluso si quienes la asesoran y la aconsejan le dicen, con maldad, que su posición es fuerte, en lo más profundo de su ser algo debe estarle advirtiendo que le mienten. ¿Cómo estará manejando tanto repudio la doctora Porras? ¿Qué habrá sentido cuando leyó el comunicado de la Conferencia Episcopal, en el que los obispos textualmente afirman que “quienes se han alegrado ante la destitución (de Sandoval) es porque se sienten seguros y cómodos cuando el régimen de impunidad se consolida” y que esa remoción, a la que consideran “abrupta”, le ha causado un “daño irreparable al país”? ¿Qué habrá pasado por su mente cuando el Departamento de Estado, por medio de su portavoz adjunta, le comunicó que Estados Unidos le había perdido la confianza? ¿Creerá acaso que el secretario Antony Blinken la tomará en serio con esa carta que le envió en la que argumenta que tomó la decisión de despedir a Sandoval porque “es imprescindible que la justicia sea impartida sin sesgos ideológicos y apegada estrictamente el principio de legalidad”? ¿Creerá que el secretario Blinken no sabe que ella ha adoptado el mismo discurso que los netcenters más nefastos? Y no es esto lo más grave. Tras ser declarada “non grata” en gran cantidad de territorios, el paro de ayer representa el movimiento más grande que se haya visto en años aquí. Y esas movilizaciones pacíficas exigen su renuncia, así como la del presidente. ¿Será que ninguno de sus malvados asesores le mostró las imágenes de la multitudinaria concentración en Cuatro Caminos o de los diversos puntos donde el pueblo demandó ayer su salida inmediata del Ministerio Público? Pero, además de eso, hay algo aún más desagradable: La protesta por Zoom de varios de sus alumnos de la Facultad de Ciencias Económicas de la Usac en la que le gritaban “corrupta” y hasta le mostraban carteles de rechazo por su actuar puede ser uno de los momentos más dramáticos en la vida de cualquier persona. No sé si la doctora Porras ha podido dormir desde entonces. Yo dudo que haya podido conciliar el sueño en estas noches. Especialmente si, ya ajena a sus malévolos consejeros, sintonizó CNN y vio cómo Fernando del Rincón la hizo pasar por un ridículo internacional con una semana de programas en los que ella queda como una servidora servil de lo que se conoce como el “Pacto de Corruptos”.
Esta es la hora en que la fiscal general no ha podido argumentar en qué le faltó al respeto el extitular de la FECI como para que el MP incluyera en el comunicado en que informa de su destitución, que ella, la doctora Porras, había sufrido “vejámenes”. Asimismo, la mayoría de juristas consultados sostiene que el despido fue ilegal.
No ha logrado la jefa del MP explicar por qué destituyó a Juan Francisco Sandoval. Si fue un acto irreflexivo, es muy malo. Pero si fue una acción premeditada, llega a ser pésimo.
En la presidencia tampoco parecen haber leído correctamente lo que está ocurriendo. Buscar recursos en Finanzas o por medio de la Cancillería para cubrir en el MP lo que Estados Unidos dejará de aportar sugiere que el mandatario no tiene suficiente visión política para medir su desgaste. O, a lo mejor, como le pasa a la fiscal general, sus asesores no le dicen la verdad y lo empujan al abismo.
No pienso ya que Consuelo Porras sea una señora bonachona e ingenua. Si lo era, eso fue antes. Ahora parece estar del lado más oscuro de la sociedad. Y también de la Historia. Yo le recomendaría renunciar. Ese sería el mal menor para ella. Y además evitaría muchos contagios de Covid-19, porque la gente no va a parar hasta que la doctora salga del MP. Esto apenas empieza.