Las últimas medidas adoptadas por el gobierno han sido rechazadas y cuestionadas por diversos actores.
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Esto nos demuestra dos cosas. Por un lado, desde la perspectiva de la efectividad, los cuestionamientos ponen sobre la mesa la discusión sobre el alcance y los resultados de estas disposiciones. No solucionan nada, resultan inefectivas y eso se refleja en el cansancio de las personas al ver a un gobierno que no tiene un serio compromiso para atender la pandemia, pero, especialmente, con impulsar un proceso de vacunación eficaz. Al contrario, persisten las dudas: ¿Dónde está el dinero? ¿Dónde están las vacunas?
De igual manera, esta dinámica refleja la pérdida de credibilidad, apoyo y confianza que los ciudadanos tienen hacia el presidente y el gobierno. No se han hecho esperar las múltiples reacciones de diversos actores de la sociedad que rechazan este tipo de acciones.
Tristemente, para el presidente en esta ocasión se quedan cortos los argumentos que siempre trata de utilizar para desacreditar a los actores que se oponen a las medidas que adopta porque el malestar es generalizado.
La carta que usualmente utiliza el presidente es señalar a la oposición política como el articulador que está detrás de todos los señalamientos. Al adoptar esa postura, termina desvalorizando el sentir de los actores que genuinamente se están manifestando. Incluso no nos extrañemos si de pronto se empieza a hablar de planes que buscan desestabilizar al gobierno.
La situación es más preocupante en términos políticos y de gobernabilidad si además de desvalorizar las acciones de oposición, el presidente se empeña en negar la realidad. Esto sí tiene efectos importantes porque no disponer de una lectura fina de la situación política lo hace tomar decisiones erróneas que no solucionarán la crisis, sino que la agudizarán. Menuda tarea la de sus asesores.
En estos días, exalumnos de varios colegios del país, entre ellos el Liceo Guatemala, Liceo Javier, Belga, Don Bosco, el Colegio de Agrónomos e incluso doctores de los hospitales que están atendiendo a las personas enfermas de Covid-19, han manifestado su desaprobación y descontento hacia el gobierno, incluso en algunos casos piden de manera directa la renuncia del presidente.
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Resulta muy llamativo que el rechazo a la declaración de estado de Prevención a nivel nacional haya sido muy fuerte y de actores que usualmente no manifiestan su sentir y, en este caso, desde mi perspectiva, tienen mucha razón. Al revisar el decreto, uno encuentra en principio que no hay medidas efectivas para atender los problemas sanitarios derivados del Covid-19 y está más enfocado en brindar instrumentos que permitan reprimir las manifestaciones de descontento a la gestión gubernamental.
No hay que dar muchas vueltas a las cosas. El mismo presidente en una entrevista lo dijo claramente el lunes al referirse a los “150 manifestantes que están protestando y alborotando el virus”. Sus declaraciones no tienen ningún sentido desde la perspectiva política, porque evidencia que quiere callar las voces de crítica y tampoco lo tiene desde lo sanitario porque da a entender que desconoce la manera en que se contagia el virus.
En este caso resulta que no es la “oposición ni los mismos desestabilizadores”, señor presidente, sino que trabajadores de restaurantes que se organizaron y en una marcha pacífica manifestaron su oposición a las restricciones y a la ampliación de la ley seca. De igual manera, la Asociación de Centros Comerciales de Guatemala mostró su desacuerdo por el estado de Prevención. Los dos grupos coinciden en que la vía no es la restricción, sino agilizar el proceso de vacunación para alcanzar la inmunización. Sus demandas las sintetizan de manera contundente en la frase: ¡Queremos soluciones y no restricciones! ¿Qué opina usted?