Guatemala es un país con hermosos paisajes y lugares paradisíacos. No tenemos mucho que envidiarle a otros países. Si a la belleza natural le sumamos la calidad humana, la hospitalidad y la sencillez y la alegría de la gente, sin duda podemos afirmar que tenemos un potencial turístico que puede contribuir grandemente al desarrollo económico, la generación de empleo y a crear oportunidades de superación a muchas personas.
La idea no es caer en este falso romanticismo soñador que plantea el sector de turismo como el salvador de nuestra economía, sino analizarlo en su justa dimensión, ya que puede ser un sector que contribuya a generar muchas oportunidades de empleo ingresos dignos, pero que necesita el apoyo instituciones gubernamentales.
PUBLICIDAD
En estos días por diversas razones he conocido varias experiencias locales y comunitarias de empresas turísticas que reflejan no solo ese incansable espíritu de superación de los guatemaltecos y guatemaltecas, que a pesar de la adversidad y de las jodidas condiciones en las que se vive, no pierden la esperanza y se afincan en proyectos que ofrecen cumplir sueños, brindar trabajo y mejorar las condiciones de vida.
El problema con estas iniciativas, locales y comunitarias, no son las razones por las que surgen, sino las condiciones en las que se desarrollan. La precariedad, pobreza y necesidad buscan que este tipo de acciones se constituyan en las únicas esperanzas que tienen en estas comunidades. No obstante, lo que sucede es que no son proyectos de largo alcance y de desarrollo sostenible. Además del esfuerzo e iniciativa privada se necesita que las instituciones públicas apoyen y contribuyan a generar condiciones para que estos proyectos, de estos micro y pequeños empresarios, tengan un impacto de largo plazo en sus familias, comunidades y en la economía del país en su conjunto.
Menciono estos aspectos porque en varios espacios impulsados desde el sector privado, el Organismo Ejecutivo y el Legislativo se está hablando de la famosa reactivación económica. En principio, el término desde mi perspectiva está mal utilizado porque está apelando a que lo único que tenemos que hacer con nuestra economía es reactivarla. Despertarla, porque está dormida.
Nuestra economía adolece de muchos problemas estructurales, que generan, en lugar de prosperidad, unos perversos círculos de pobreza, desigualdad, exclusión y alimenta una creciente migración desordenada, desprotegida e irregular de guatemaltecos y guatemaltecas a Estados Unidos, que buscan oportunidades de trabajo y superación que se les niegan en nuestro país. Nuestra economía es excluyente y de baja productividad, con una alta vulnerabilidad al cambio climático, con salarios de hambre y precarios, con una gran informalidad y un sistema sin protección social universal. ¿Eso queremos reactivar?
Por ello, es lamentable que estemos desaprovechando la oportunidad para que como sociedad discutamos un modelo de desarrollo inclusivo que genere calidad de vida y bienestar. Por un lado, tenemos a las autoridades preocupadas en ver cómo le “sacan raja a sus puestos” y no en generar efectivos espacios de discusión pública que contribuyan a cuestionar nuestro modelo económico. El turismo puede ser un sector importante, pero también veamos otros como el industrial, que bajo un nuevo modelo, pueden contribuir a generar desarrollo sostenible.
Nosotros deberíamos estar hablando de “transformar” y no de “reactivar” nuestra economía. Nos merecemos más que este modelo económico que genera pobreza y exclusión. ¿Qué opina usted?