Opinión

"Las pequeñas o grandes olas de la vida"

“Olas altas o bajas, con corrientes fuertes o suaves, y lo mismo, con vivencias que dejan mucho aprendizaje, si así lo elegimos tener; al final, la madurez emocional y la toma de conciencia de cada quien es lo que nos ayudará a quedarnos para que nos sigan arrastrando, o lo que nos permitirá salir de esa ola llena de energía fuerte y aprender cómo hay que enfrentarla y pasarla, para esperar la nueva que venga, como una nueva experiencia de vida”.

Hoy voy a contarle algo sobre la playa de arena negra, específicamente en Iztapa, y las grandes o pequeñas olas del océano Pacífico, aquí en Guatemala. La arena negra debe su color a la presencia de materiales de pizarra o roca volcánica. Una arena negra que quema a lo grande, cuando está hirviendo por el calor del sol del día. Y también, dependiendo de las mareas, que cambian cada seis horas y 15 minutos, hay un tipo de ola grande o pequeña, con diferentes movimientos, fuerza y velocidad de las mismas.

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Mis papás, mis hermanos y yo íbamos, durante mi niñez, la mayoría de los fines de semana a las playas de Iztapa, donde mis papás tenían un rancho, que no había ni luz, pero mi mamá se organizaba de tal forma, que, al menos yo, nunca sentí que nos faltara nada de comer y siempre teníamos la leche y huevitos con frijol que nos daba, acompañados de tortillitas calientes. No se me olvida esa maqueta de hielo bañada en aserrín que pasábamos comprando para mantener frío a lo que correspondía. Realmente, qué organizados fueron y qué lindos recuerdos tengo de mi infancia allí. Mi papá nos enseñó a nadar en el mar y a respetarlo. Pero, sobre todo, aprendí lo importante de identificar las mareas altas y bajas, sus corrientes, los alfaques, y nunca darle la espalda a la orilla de la playa mientras estábamos dentro nadando. El mar, para mí, sigue siendo una gran bendición cuando estoy dentro nadando y sintiendo el juego de las olas que suben y bajan, y donde me divierto nadando en ellas.

Cuando veo y siento el movimiento del mar, me hace conectarme con la vida. Siempre digo que la naturaleza me habla por un lado o por otro, y ahora quiero hacer una relación entre las olas del mar y la vida como tal, según yo. Puedo ver cómo las diferentes alturas de las olas pueden llevar esa espuma blanca, o ser altas y transparentes, que hasta se ven pescaditos nadando entre ellas. Puede que su fuerza sea tan suave que al caer simplemente se deslicen, pero hay otras que caen tan duro que hacen un gran ruido al caer, pero que poco a poco se van deslizando hasta llegar a su recorrido final y regresar; algunas veces, a chocar con otra ola que viene o, simplemente, a unirse con una nueva que se está formando.

¿Qué pasa con las experiencias o personas que conocemos en nuestra vida? Algunas, vienen y van, y no nos percatamos de lo mucho que podemos aprender de ellas. Otras veces, simplemente las dejamos pasar y nos quedamos sin enfrentarnos a ese golpe o tragedia que puede enseñarnos mucho. Como esa ola que no agarramos bien y su corriente que nos arrastra y nos deja con miedo, sin ganas de querer volvernos a meter al mar, por la arrastrada que nos dio. Pero, ¿y si aprendemos de cada arrastrada y vivimos más libres y con más valentía? ¿Cambiaría nuestro sentir? O, si aprendemos a conocer e identificar las mareas, para saber cuándo es mejor y menos peligroso meternos, ¿nadaríamos más tranquilos y con más libertad? Es tan rico caminar por la vida sabiendo quién soy; sabiendo que soy yo misma, auténtica, fiel a mis principios y que, cuando me caigo o me arrastra una ola, simplemente, me detengo a reflexionar o a pedir ayuda, si no puedo sola, para volverme a levantar, porque al final, lo importante, es saber levantarse sin miedo.

Quisiera sentir que puedo transmitir la analogía de cómo el transitar de la vida y el ir y venir de las olas del mar se asemejan. Todo es tan variado, hay personas que alborotan y no son éticas en su forma de actuar, y en el mar hay alfaques que son corrientes, que también pueden provocar mucho daño si no sabemos alejarnos de ellos. Olas altas o bajas, con corrientes fuertes o suaves, y lo mismo, con vivencias que dejan mucho aprendizaje, si así lo elegimos tener; al final, la madurez emocional y la toma de conciencia de cada quien es lo que nos ayudará a quedarnos para que nos sigan arrastrando o lo que nos permitirá salir de esa ola llena de energía fuerte y aprender cómo hay que enfrentarla y pasarla, para esperar la nueva que venga, como una nueva experiencia de vida.

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