Opinión

"El rompecabezas demencial"

"Otro día más de incertidumbre. Otro día más de escándalos políticos. Otro días más en este rompecabezas demencial que se llama Guatemala."

Es un típico hogar de clase media. Los padres, Gloria y Sebastián, rascan los 70. Ella superó un cáncer años atrás; él es diabético. Su hijo Daniel vive con ellos desde que se separó de su esposa. Está en los finales de sus cuarenta y, aunque empieza a evidenciar cierto desborde abdominal, no pasa de sufrir ocasionales migrañas. Doña Lourdes es su abuela paterna. Acaba de cumplir 92 y es hipertensa. Ella ocupa una habitación en el primer piso. Su nieto duerme a la par, en eso que antes era la sala familiar. Todos contribuyen con los gastos de la casa y salen airosos a fin de mes, aunque sin lujos. Sobre todo desde que a él le bajaron el sueldo y a su mamá no le pagan puntual la renta de la que vive. Durante la cena de ayer, como todas las noches, conversaron acerca de la pandemia. Están preocupados. Daniel, que trabaja en una oficina donde se ve con mucha gente, percibe la angustia de sus papás por el peligro que representa un contagio para cualquiera de los mayores. Especialmente de la abuela. Por ello, cuando se enteraron durante Semana Santa de que estaban vacunando en Gerona, no dudaron en intentar que doña Lourdes recibiera la tan ansiada inyección. Pero llegaron tarde. La cola al mediodía era como de tres cuadras. Daniel se quedó haciendo fila un par de horas, pero no alcanzó turno. A él también le preocupan sus padres, pese a que ambos han guardado con cierto rigor el encierro. Y entre sus cavilaciones figura una que no sabe cómo resolver: la empleada doméstica que los ayuda dos veces por semana. Doña Herminia, una mujer de 63 años, ha estado con la familia desde que él era adolescente. Es de toda confianza, pero vive en una casa compartida con sus dos hijas, ambas casadas y con una prole numerosa. Por lo que sabe, ella padece de la presión. Y suele contarles sus penurias que van desde la falta de agua hasta el desempleo de sus yernos. Cada vez que la ve, con su mascarilla verde “a media asta”, Daniel intuye que ella es un gran riesgo de contagio. A la vez, sabe que es él, y no doña Herminia, quien puede terminar infectando a todos cualquier día, en particular cuando se ve con “Sebas”, su hijo mayor. El muchacho es fiestero y no logra controlarse. Ni siquiera lo detuvo la historia de su amigo de 28 años que murió luego de asistir a un casamiento en el que hubo muchos que salieron con Covid.

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A esta hora, Daniel lee en Twitter el más reciente escándalo en las redes sociales. Se trata de un joven que baila en el Palacio Nacional y al terminar muestra una nalga. Piensa: ¿Por qué se escandalizan tanto por esto, y son tan tolerantes con los villanos que han pasado por allí como gobernantes? No está hilando fino; solo junta una pieza con otra en este demencial rompecabezas cotidiano que es Guatemala. Le molesta oír al presidente esgrimir argumentos sin sentido e insistir en que el manejo de la pandemia ha sido ejemplar. Le ofenden sus declaraciones prepotentes. Pero lo que más le choca hoy es que hayan empezado a vacunar hasta el lunes, y no el viernes, porque hubo “puente” por el Día del Trabajo. Eso no lo entiende. Tampoco entiende que habiendo pagado la mitad de las 16 millones de dosis, Rusia envíe, como de favor, 50 mil unidades. No le extraña por eso que los vuelos a Houston vayan tan llenos, porque los que pueden o los que se endeudan se están yendo a vacunar a Estados Unidos. ¿Cuándo podrá su familia respirar tranquila, ya inmunizada con las dos dosis completas? ¿En diciembre? ¿A mediados de 2022? Daniel no lo sabe. Y lo que lee en las noticias no es alentador. En su WhatsApp recibe un meme: “Guatemala, el paraíso para los antivacunas”. Se ríe con un dejo de amargura y se asoma a la habitación contigua donde su abuela parece divertirse con una película de acción. Revisa los mensajes de texto en su celular. Todavía no llega el que tanto espera. Doña Lourdes, inscrita hace semanas, aún no ha sido notificada de su cita para ser vacunada. Daniel se pregunta: “¿Alcanzarán las dosis disponibles para los viejitos? ¿Podrá mi abuela recibir la tan preciada inyección antes de que, por algún descuido, se contagie? ¿Cuándo estarán a salvo mis papás, que rascan los 70 y no van incluidos en esta fase? ¿Habrá manera de inmunizar pronto a doña Herminia? ¿Y si me infecto yo y corro la misma suerte del amigo de ‘Sebas’ que no pudo con el Covid a sus escasos 28 años?”

Por todas esas dudas, para Daniel viene otra noche de insomnio. Como las muchas que ha sufrido desde que se separó de su esposa. “Mañana será otro día”, piensa. Otro día más de incertidumbre. Otro día más de escándalos políticos. Otro días más en este rompecabezas demencial que se llama Guatemala.

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