Por: Mayra Gabriel
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Creo que estaba en mi adolescencia o un poco más tarde cuando le oí a mi prima, una de las mayores, decir esta frase que me marcó y se me quedó para siempre: “Si quieres estar bien con el mundo, aléjate de él”. Posiblemente, en aquel entonces, el significado que le di fue simplemente saber que no tenía por qué estar donde no quería estar. Pero, con el tiempo, ese significado se ha ido acomodando de una forma mucho más amplia.
Estar alejada del mundo, ¿qué me dice? ¿Que no tengo por qué seguir la rutina? ¿Que no tengo por qué hacer lo que todo el mundo hace? ¿Que si no quiero estar con alguien es mejor alejarme? Y así, hasta que elegí formar mi propia estructura y tomar muchísimas decisiones con la libertad que yo misma decidía. Una manera de ser congruente conmigo misma, de ser y hacer conforme realmente he querido, donde tengo la sensación de estar bien y en paz. Pero, sobre todo, de tener el derecho de elegir libremente.
Ahora bien, hoy por hoy, tengo muchísimo más clara esa frase. Me alejo del mundo externo para estar más cerca de mí misma. Me alejo de lo que no me da paz para saber que conmigo ya es bastante. Me alejo de lo que no me hace crecer para poder encontrarme porque, al tener esos momentos de aislamiento y de buscar conscientemente el silencio, lo que logro es entender dónde y con quién quiero estar para sentir mi paz interior.
Leyendo una columna de Ismael Cala, reproduzco una frase que un día le dijo uno de los grandes comunicadores que recientemente partió al más allá, el señor Larry King, su modelo era muy simple: “Nunca aprendí nada cuando estaba hablando”. Aquella frase, dice Cala, me iluminó, porque resumía todo lo que debemos aprender los comunicadores con vocación de servicio.
Es como aquella frase que dice: “No hay mejor conversador que el que oye”, o como dice la que escribió Mark Twain: “La sabiduría es la recompensa que obtienes por toda una vida de escuchar cuando hubieras preferido hablar”. Ahora, imagínate estar alejado del mundo y poder escucharse e identificar todo ese ruido externo que no nos deja escucharnos a nosotros mismos. ¿Te ha pasado? ¿Realmente estás sintiendo lo que pensás con esa paz que solo tú mismo podés sentir?
Es tan fácil vivir el día a día al ritmo de lo externo, porque a la mayoría de las familias nos educaron, de generación en generación, para ir resolviendo los problemas de la vida y no para enfocarnos en ser felices. Se le da prioridad a cumplir con lo que la sociedad nos marca en vez de tener la conciencia de hacer y sentir libremente, como nuestra alma lo desea, para tener paz interior y estar bien.
Este año es una gran oportunidad para despertar porque es un año de transición, de cambios, de nuevos respiros, de empezar a oírnos; es momento de desaprender lo que no nos hace sentirnos libres y atrevernos a aprender lo nuevo, para crecer de una forma única como nuestro ser interior lo desea. Ahora tenemos la oportunidad de amarnos y darnos ese regalo de aprender a ser fieles a nosotros mismos, de vivir libres, conscientemente y sin ataduras emocionales, por eso…
¡Encuéntrate!