Opinión

Metáfora del 1401

“Hoy ya todo pasó, pues el capítulo del 1401 quedó como un caso cerrado, capítulo de mi vida que termina con mucho amor y agradecimiento y, hasta donde sé, mi vida continúa con nuevos retos y nuevas ilusiones por cumplir”.

Cuando supe que un 19 de noviembre teníamos que entregar vacío el apartamento 1401 de Miami, que fue el hogar de mi mamá por más de 20 años, empecé a planear en mi mente cómo lograrlo. Yo no podía irme antes del 25 de octubre para allá. Mi prioridad, estar presente en el cumpleaños de mi hijo, que lo celebraríamos el 24.

Despegué con cuatro horas de retraso el 26 y llegué ya de noche a Miami, donde mi cuñada Julie y mi sobrino Juan Diego estaban esperándome para recogerme y llevarme al 1401. Amablemente, ya me habían hecho el súper con las cosas que yo quería. Me quedaría de una vez en el apartamento 1401 para aprovechar más cada momento. Mi mente volaba y planeaba cómo haría esa desocupación total. Mi hermana Sheila, muy bien organizada, tenía bajo su cargo todo el papeleo administrativo que lo hizo de una manera excelente, superimpecable, ella llegó 12 días antes del día de entrega. Lo hizo y ejecutó todo tan bien que hubiera sido imposible hacerlo mejor.

En 24 días me tocó desocupar 86 años de vida. Sí, puedo decir que fue agotador tanto física como emocionalmente; y, como dije en algún momento, fue una tremenda terapia y un gran aprendizaje en varios sentidos. Uno de ellos, no llenar vacíos desde la carencia. Mucho de lo que tenía mi mamá aquí en Guatemala se lo había llevado con ella para allá. Ella se fue desde 1992 a vivir a Miami, ya no se sentía ni segura ni tranquila en nuestro bello país. Aunque sus hijos y nietos siempre fueron la prioridad en su vida, necesitaba otro tipo de actividad lejos de todos.

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Empecé a ejecutar todo aquello que había organizado en mis pensamientos. Todo iba bien, hasta que me di cuenta del montón de cosas que se iban a desperdiciar, a perderse, pues allá casi a nadie le interesa tener algo usado o desmontar para reusar. Puertas, gabinetes, clósets, accesorios de baño, etc., se perderían. El toque final me lo dio la nueva dueña del apartamento, cuando me dijo que nada de lo que allí había reutilizarían. Sí logré conseguir a algunas personas e instituciones, pero no tantas como yo hubiera querido. No podía imaginarme, como luego supe, que, en menos de ocho horas, el 20 de noviembre, ya habían botado todo. Todos los recuerdos e ilusiones que tuve allí, pocos o muchos, ahora quedaban en mi corazón, y lo material, en polvo y ripio.

Me dolió la manera tan despectiva como la nueva dueña se refería a la construcción y al diseño que mi mamá había hecho allí con tanta ilusión en su momento. Claro, muy diferente de cómo se diseña ahora. En mi mente no cabía aquel desperdicio que se llevaría a cabo de cosas materiales, yo quería donar todo lo que se pudiera, pero, por prestar atención a eso, estaba dejando de hacer lo que realmente necesitaba, y era en enfocarme y desocupar las cosas personales de ella. Sus fotos, sus detalles, sus prendas, tantas cosas y recuerdos personales que tenía. Había una gran mezcla de sentimientos encontrados. Entre que tiraba y tiraba, sacaba y sacaba, empacaba y empacaba para armar las cajas que luego mandaría por barco a Guatemala. Elegía qué podía regresar mi hermana o yo, el tiempo iba caminando, y ese 19 de noviembre se acercaba muy de prisa.
Me di un momento de silencio en el que me puse a reflexionar y es aquí cuando se me vino la metáfora del 1401. Muchos nos ocupamos de la parte exterior y descuidamos nuestro lado interior, aunque nuestra esencia sea la misma pase lo que pase por fuera. Lo mismo ocurrió con el 1401. Cuando mi mamá lo diseñó, de seguro botó todo lo que existía en ese momento, y luego ella rediseñó todo a su gusto. Y ahora pasaba lo mismo con los nuevos dueños. La esencia del apartamento, lo que hace que funcione no es lo exterior; y en las personas es lo mismo, es lo interior, nuestro amor propio, lo que hace que sintamos, actuemos y funcionemos de una u otra forma. El 1401 sin electricidad, sin teléfono, sin wifi o sin agua, nada funcionaría, esos servicios son la esencia y lo interior del lugar. En mí, mi lado interior, mi autoestima, mi esencia pura y agradecida, es lo que hace que yo funcione como funciono. Cuando se me vino esto a la mente y al corazón, sentí algo distinto, una aceptación que no había querido sentir, pero que logré hacerlo, y finalmente me desconecté y acepté todo como estaba pasando. Lo que cuenta es lo interior en todo sentido, siempre.

Salí con mucho agradecimiento de ese 1401 el mero 19 de noviembre, no a las 5 p. m. como debía, pero sí casi a las 10 de la noche con lo que se pudo empacar, sacar y aprovechar durante esos 24 días. Y lo que no, pues simplemente se usó y se gozó por muchos años y terminó de servir. Dejé todo atrás con mucha gratitud.

Así es la vida, toda una historia donde tenemos altas y bajas como la montaña rusa, una cantidad de experiencias como las piezas de un rompecabezas, muchos deseos e ilusiones como para preguntarnos si vivo con expectativas y al final un “¿y para qué?”, que resultan grandes aprendizajes si es que así lo elegimos. Si logramos enfocarnos y ser tan valientes de adentrarnos y enfrentarnos a nuestro ser interior, a elegir ser uno mismo y saber que lo importante es vivir el presente, saber levantarse, sin importar cuántas veces nos hemos caído, solo así la muerte nos encontrará vivos.

Hoy ya todo pasó, pues el capítulo del 1401 quedó como un caso cerrado, capítulo de mi vida que termina con mucho amor y agradecimiento y, hasta donde sé, mi vida continúa con nuevos retos y nuevas ilusiones por cumplir. He aprendido que lo importante es que mis sueños no se queden en eso, sino que les dé rienda suelta y los ejecute con paciencia y un ganchito, teniendo muy claro a dónde quiero llegar. Saber que mis metas allí están, pero lo que más me voy a disfrutar es el camino hacia ellas con sus retos y aprendizajes, sin olvidarme de que Dios está tomando mi mano y me guía siempre. Guía, intuición y como se le llame, pero sé que le hago caso en todo, porque vaya que es bien ocurrente conmigo y, por eso, no dudo, acepto y hago su voluntad y no la mía.

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