Opinión

La Plaza dice ¡#BastaYa!

“Es inaceptable el atropello cometido por las fuerzas de seguridad durante la manifestación del sábado. Y más inaceptable aún que, a estas alturas, ninguna voz gubernamental lo haya asumido como debiera”.

Lo que está padeciendo la Junta Directiva del Congreso, pero especialmente el mandatario Alejandro Giammattei, tiene su origen la noche del 14 de enero de este año. Si la recuerdan, las muestras de repudio contra Jimmy Morales y Jafeth Cabrera llegaron hasta el punto de que les lanzaran huevos a la entrada de un hotel. La gente, enardecida y furiosa, quería impedir que ambos tomaran posesión en el Parlacen. Estaba claro que eso significaba inmunidad para ambos. Y eso era intolerable para muchos. No leer semejante señal ha sido un costoso error para ese grupo de políticos y de cómplices al que se les denomina “pacto de corruptos”.

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La indignación percibida el #21N en la plaza no es igual a la de 2015. La de ahora es más visceral. Y ojo: La gota que rebalsa el vaso es la aprobación de un presupuesto tramposo y clientelar, no un escándalo de corrupción “de aquellos” que tan bien conocemos. Esos que enfadan hasta el tuétano a las mayorías, por los millones que se asignan “a dedo”, o por los jugosos sobreprecios en los que el tráfico de influencias se untan a placer. Al paso que vamos, no tardarán en ser noticia. Así de mal estamos. De hecho, la imagen de este gobierno sufre un deterioro inquietante y apenas estamos en noviembre de 2020 (no de 2023).

Es inaceptable el atropello cometido por las fuerzas de seguridad durante la manifestación del sábado. Y más inaceptable aún que, a estas alturas, ninguna voz gubernamental lo haya asumido como debiera. Actúan en la línea de que el salvajismo de la Policía es normal. Como que hubiésemos retrocedido a los tiempos de la dictadura. Ingratos. Pero mientras no haya una explicación sensata y coherente, que no creo que la haya, lo de ese vandalismo tan conveniente y oportuno seguirá siendo, en mi opinión, un burdo intento de deslegitimar la protesta pacífica de la Plaza y una treta digna de los años 80 para desviar la atención de aquellos que prefieren preservar el patrimonio que lograr cambios significativos para el país. En cuestión de una semana, el panorama es drásticamente diferente para las alianzas nefastas adscritas al poder. Ahora están acorraladas y temerosas. Pero podrían estarlo más. Deberían de estarlo más.

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Porque, mala noticia para ellos, los jóvenes son los principales protagonistas de este movimiento. Un movimiento limpio que ni por asomo busca un golpe de Estado, pero que difícilmente se conformará con migajas de parte de quienes pretenden seguir enriqueciéndose de los negocios espurios. Eso sí, en la medida en que su reacción sea errática y prepotente, la ira ciudadana crecerá. Que no se pierda de vista que la Plaza se multiplicó por todas partes. Además, la advertencia de los 48 Cantones de Totonicapán y del Parlamento Xinca de paralizar el país debería de moverlos a la reflexión. Ni el presidente ni la Junta Directiva del Congreso están leyendo bien la coyuntura.

Fue asqueante oír al ministro de Gobernación condenar el vandalismo en la sede del Congreso y tildarla de “terrorismo”, pero no decir una sola palabra de los desmanes de las fuerzas policiales, muchos de ellos documentados plenamente por los innumerables videos que han circulado por las redes sociales. Quién sabe qué calibre de compromisos habrá de por medio, como para que Gendri Reyes todavía se mantenga en el puesto. Me permito recordar, además, que esta misma alianza nefasta que lo protege es la que no elige las Cortes y la que mantiene un vínculo a todas luces “diligente” con los jerarcas del Organismo Judicial y con la fiscal general, Consuelo Porras.

La pita no da para más. Evitar no es cobardía. En las manos del presidente Giammattei está el futuro inmediato de un sufrido país que ya se hartó de que se harten los mismos de siempre a costa del hambre de millones. También está en sus manos la posibilidad de no verse obligado a salir por la puerta de atrás, no por un golpe de Estado, como le ha hecho creer, sino por el clamor de una Plaza que ya no aguanta más el cinismo criminal. Lo dijo don Germán Canastuj, quien preside los 48 Cantones: “Venimos sin armas y con el estómago vacío”. Y lo que exigen es muy específico. Al entendido por señas. El Pacto de Corruptos ve venir la tormenta y ni siquiera se persigna. E insisto: No están entendiendo.

(La columna de hoy está dedicada a los manifestantes detenidos injustamente el sábado. Y especialmente está dedicada a los dos jóvenes que perdieron el ojo izquierdo por ir a protestar contra la corrupción imperante. Confieso: Esos dos ojos me han dolido toda la semana. Y me dolerán siempre. #Basta ya).

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