Una situación inesperada se está viviendo en Estados Unidos. De manera muy sorpresiva, y a diferencia de lo que usualmente sucede en la democracia estadounidense, que los actores políticos respetan los procesos y las instituciones; una vez más Donald Trump está, con su característico populismo, tratando de poner en jaque al sistema desconociendo abiertamente el resultado electoral.
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Trump no reconoce los resultados electorales y señala un injustificable fraude electoral. Este mensaje está calando en algunos sectores de la población, principalmente republicanos, que han sido bombardeados incluso antes de la elección con constantes mensajes de Trump cuestionando la legitimidad y veracidad del proceso electoral.
Este escenario político poselectoral sin precedente genera un contexto bastante complejo en una de las democracias que, en términos generales, goza de mucha estabilidad institucional. Es muy lamentable que las acciones irracionales y sin fundamento de Trump estén amenazando la gobernabilidad, dificultando el proceso de transición y generando un desgaste político en las instituciones, en los procesos y en el sistema en su conjunto.
Joe Biden tendrá un desafío político para rescatar la confianza y credibilidad de las instituciones democráticas luego de las actitudes desastrosas que Trump, de manera irracional, ha adoptado, mostrando su inmadurez política y poniendo en riesgo la estabilidad política. Es prematuro hacer un balance de los daños ocasionados; sin temor a equivocarme, preveo una institucionalidad herida y afectada.
Incluso la lamentable posición de Trump está poniendo en riesgo el proceso de transición presidencial que, en este especial caso, por las circunstancias en las que se está desarrollando y por los desafíos que Biden tiene en su administración, resulta no solo un proceso administrativo y procedimental, sino que adquiere una relevancia política de primer orden. Por ejemplo, el presidente electo Biden no puede nombrar y designar a sus equipos para que se acerquen a las agencias gubernamentales y soliciten información sobre el funcionamiento y la situación en la que se encuentran.
Las acciones que Trump impulsó, tanto previo como posterior al evento electoral, han logrado consolidar la narrativa que trata de deslegitimar y desconocer los resultados electorales. Esta crisis no se limita y circunscribe solamente a las fronteras de los Estados Unidos, sino también afecta, con mucha preocupación, la imagen y la credibilidad de la democracia estadounidense en el mundo. Es decir, desde una perspectiva geopolítica, el presidente Biden tendrá una labor ardua para ir recuperando espacios internacionales y reconstruir relaciones, tanto bilaterales como multilaterales, que se han perdido y dañado.
En este sentido resultan alentadoras, para los que aspiramos a consolidar el sistema democrático en el país, las nuevas circunstancia y condiciones que se pueden configurar en la región centroamericana con la presidencia de Biden.
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Por ello, los actores nacionales deben trabajar y articular esfuerzos para aprovechar el escenario e impulsar procesos que contribuyan a reconducir y transformar las lógicas que han prevalecido en las políticas sobre migración y la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, por citar unos casos.
En el mundo entero actores democráticos están contentos con la victoria electoral de Biden. Sin embargo, no hay que quedarse de brazos cruzados esperando a que los cambios caigan por su propio peso, sino, al contrario, adoptar una posición más activa y propositiva como país. Hay intereses y una agenda en común por trabajar. ¿Qué opina usted?