La corrupción se aprovecha de la pandemia. La ve como aliada. Y en cierta forma lo es. Saben los mafiosos que es difícil juntar la indignación, que ya es enorme, y ponerla a protestar en las calles. El país presenta preocupantes nubarrones en el corto plazo. El escándalo de los Q122 millones ha descolocado a los grupos más oscuros, pese a que a ratos parezcan no darse por enterados. Es cuestión de elemental lógica suponer que la FECI dispone de pruebas contundentes que incriminan a los “dueños” de ese botín. Las maneras en que se ha intentado descalificar el hallazgo de esos maletines repletos de dinero son patéticas.
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Van de lo risible a lo ridículo. Muestran, sin pudor, cómo circulan los financiamientos malignos para desinformar. Pero cada vez lo logran menos. Hoy ya no es tan efectivo apelar a la soberanía para permear a parte de la opinión pública con el argumento del patrioterismo. Está claro, además, que el papel de Estados Unidos irá cobrando fuerza a medida que pasen las semanas. Incluso si Donald Trump se reeligiera, la política del Departamento de Estado sugiere un endurecimiento mayor contra esta rapiña que afecta sus intereses en materia de migraciones y de narcotráfico.
Es insostenible para la región este modelo tan descarado de saqueo. Hasta para nuestros estándares de latrocinio, este de los billetes amontonados se ve particularmente repugnante. Un caso tan ofensivo como el de la “súper caleta” en La Antigua Guatemala le toca las partes más sensibles a la gente. Sobre todo ahora que abunda el desempleo y que llegar a fin de mes resulta arduo y sacrificado. Harán muy mal las actuales autoridades gubernamentales si se confían y no consideran un manejo más certero de la crisis. El rechazo acumulado contra el poder no distingue entre unos y otros.
El riesgo que se corren en el Ejecutivo y en el Congreso es cosechar el descontento que sembraron los funcionarios y los diputados de la administración anterior. Es muy burdo, por ejemplo, que se le retire el agente investigador de la PNC a la FECI sin que medie una explicación técnica. Pareciera hecho con el expreso deseo de sabotear su trabajo. Asimismo, causa desagrado el rápido consenso alcanzado para elegir la Junta Directiva en el Organismo Legislativo, comparado con la desvergüenza de situar siempre al final de la agenda la elección de las Cortes.
No logro descifrar la obsesión casi suicida de empujarnos hacia una debacle institucional. Mucho menos en medio de una pandemia. Ni siquiera a los corruptos les conviene un estallido de hartazgo que se salga de control. Es más, de no ser por lo terrible de la emergencia sanitaria, la presión ya les hubiese llegado hasta las puertas de sus respectivas sedes. Y aun con estas penas, no veo lejano que el vaso se rebalse pronto.
Es momento de respaldar la labor de los fiscales que dan la cara y exponen la vida por mantener en pie la lucha contra la corrupción. Lo decente sería que todos los sectores se pronunciaran al respecto. Callar o mirar hacia otro lado solo evidencia una toma de postura. La historia será implacable con quienes aprueben o justifiquen semejante atrocidad. Esa que se ha cometido, otra vez, en detrimento de los recursos de un Estado que no le cumple a los más débiles.
No es mentalmente sano ver normal que se “guarden” Q122 millones en una casa, como si se tratara de un ahorro cualquiera de una familia trabajadora. Esto es hampa marca Netflix. La decadencia de la decadencia.
A cambio, la FECI debe armar impecablemente el caso y destapar lo que surja de esta cloaca, por pestilente que sea. Es admirable el temple del fiscal Juan Francisco Sandoval, posiblemente el único líder visible que le queda a Guatemala.
No son días fáciles los que nos tocan vivir en este perturbador 2020. Sin embargo, de los peores fangos puede surgir una corriente esperanzadora. La “súper caleta” cambió la correlación de fuerzas. Se necesita ser ciego para no verlo. Y siempre hay alguna oportunidad en medio de tanta putrefacción. Nunca es tarde para elegir el lado correcto.