En Guatemala, hace rato que las líneas de propaganda del régimen nazi se siguen al pie de la letra. Lo hacen los más malévolos para crear narrativas falsas de la realidad. En muchas ocasiones, admito, con éxito. En ese contexto, pero con un estilo casi bufonesco, el presidente del Congreso, Allan Rodríguez, dio unas declaraciones el pasado lunes que me causaron vergüenza ajena. Intentando imitar al mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que el atraso de un año en la elección de Cortes se debía, entre otras razones, a “dos virus chinos”. Uno, según él, es la pandemia. “Al otro lo pueden entrevistar”, afirmó con desfachatez. La falta de elegancia en su insinuación es obvia. Montado en la idea de que al “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos” se libra de su responsabilidad, el diputado hace una lamentable caricatura de las ideas de Joseph Goebbels, por cierto uno de los cómplices del peor genocidio de la historia.
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No es un caballero el actual mandamás del Organismo Legislativo. Tampoco lo son quienes, en el variopinto de voces que expresan la tragedia moral de la “novena avenida”, repiten como hienas ese discurso hiriente y cobarde de que Helen Mack es la única o la máxima culpable de cuanta carencia exhibe la aberrada justicia de nuestro país. Muy convenientemente, pero a la vez con una simpleza que raya en lo burdo, el presidente del Congreso y sus socios omiten, entre otros, nombres como el de Gustavo Alejos, como también aquellos de los “amigos” que lo visitan justamente cuando hay proceso de postulación en marcha. Según Rodríguez, la Corte de Constitucionalidad y los amparos de la Fundación Mack son el verdadero motivo por el cual no hay renovación de Cortes. Lo cual es mentira. Es demasiado evidente la falta de voluntad política para elegir.
Comprendo que la resolución de la CC no es afortunada en cuanto a forma. Obligar a los parlamentarios a votar de “viva voz” concedió un excelente argumento para retrasar el proceso a quienes persiguen cooptar el Estado. Vuelvo entonces a los principios de Goebbels. Señalar indiscriminadamente a Helen Mack como “la gran culpable” de este bochorno lo que pretende es “individualizar al adversario en un único enemigo”, algo que muchos incautos compran por el tan azuzado odio ideológico que nos carcome. Pero no nos engañemos. Lo que busca este juego de fuerzas es infligir la derrota final a la débil y desarticulada resistencia que no se da por vencida frente a la alianza perversa, entre cuyos integrantes figuran algunos que tarde o temprano se arrepentirán de haberse mezclado con los Darth Vader del lado oscuro.
Más allá de lo acertado o no de los amparos presentados por Helen Mack, existe un precedente histórico que vale la pena recordar. Fue ella quien se atrevió, antes que nadie, a no dejar en la impunidad un crimen decidido y perpetrado desde las entrañas más sórdidas del poder. La gesta de los Mack enfrentando con las reglas básicas de la justicia al aparato asesino de aquellos días es algo que ningún guatemalteco decente debería olvidar, le simpatice o no la activista tan señalada en los últimos tiempos. Entiendo que a muchos les moleste el resarcimiento económico otorgado a su familia. También comprendo que la manera directa y frontal con la que Helen Mack se expresa le choque a quienes piensen diferente a ella e incluso a quienes concuerdan con su forma de ver el mundo. Pero descargar en su nombre el fracaso de nuestro podrido sistema es una treta de muy baja calaña. Aquí hay hampones a los que ninguno de los diputados que acusan a Mack de imponer su voluntad en las Cortes se dignan a mencionar.
Las declaraciones de Allan Rodríguez, antecedidas y continuadas por muchos que respaldan las causas más ruines, solo reflejan el inmenso fango en el que hemos permitido que el país se convierta. Los peores políticos y sus adláteres no han perdido minuto para seguir con sus triquiñuelas durante esta pandemia. Ni siquiera el presidente del Congreso, que se las vio tan difíciles con la Covid, logra asumir el trágico momento por el que pasa Guatemala. Hablo de una Guatemala que sufre desesperación por el desempleo, crisis por el encierro, angustias por algún contagio o congoja por la pérdida de un familiar.
Insisto: Sus declaraciones acerca de los “dos virus chinos” son indecorosas. Sobre todo, porque demuestran lo sobrados que se sienten los de su equipo, confiados en que esta situación de incertidumbre les favorece. Elegir Cortes es cuestión de voluntad, no de excusas baratas. Mientras tanto, el país se hunde por la falta del mínimo acuerdo, ese al que nunca llegaremos mientras sigamos enzarzados en esta roñosa polarización.
No es un asunto de derechas e izquierdas. En ambas hay gente valiosa y gente corrupta. El asunto deviene cada vez más en una lucha entre decentes y pícaros. Y por ahora, basados en las argucias del régimen que ejecutó el peor genocidio de la historia, los malos seguirán ganando, secundados por los voceros de la impunidad. Esos que basan su discurso en el “miente, miente, miente que algo quedará, porque cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”.