Por: Ángel Jesús García Martínez, director de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica.
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El año 2020 lo hemos vivido bajo el efecto de una pandemia a nivel mundial y a la vez en un remolino de conflictos sociales generalizados, comenzando con las manifestaciones y huelgas en Francia y Hong Kong, continuando con la quema de iglesias y edificios públicos en Estados Unidos más el derribo y destrucción de estatuas de personas que, con o sin razón, se han identificado como esclavistas o pro esclavistas.
La esclavitud es una institución que parte de la creencia de la no igualdad de los hombres ante la ley y por lo mismo permite la pérdida de derechos de una persona a favor de otra. Afortunadamente ha sido excluida del marco legal de prácticamente todos los países; sin embargo, es interesante observar que fue una práctica universal y por lo mismo aparenta ser parte de la naturaleza humana.
Un antiguo dicho reza que “el que pide prestado se vuelve esclavo del que le presta”, lo que se puede traducir como que el que pide sacrifica su independencia a favor de quien le presta. Esclavitud es el estado de ser esclavo, es decir, ser propiedad de otra persona y por lo mismo, de haber perdido todos o buena parte de sus derechos jurídicos. Vemos entonces que la esclavitud fue una forma de relación entre dos personas dentro de un marco legal que permite que una de las dos pierda a favor de la otra sus derechos o parte de ellos ante la ley.
Si nos enfocamos en la pérdida de derechos por razones económicas, por ejemplo para el pago de una deuda, y analizamos a los actores en esa relación observamos que: (i) El esclavista, quien por su parte miraba esta relación como una transacción económica legítima en la cual invertía y por lo mismo arriesgaba su capital, haciéndose en el proceso el titular de la totalidad de los derechos de su esclavo, respetando únicamente aquellos que la ley le pudiera haber mantenido vigentes más aquellos que a su único criterio decidiera otorgarle. (ii) El esclavo, quien al momento de endeudarse ya sabía el riesgo que estaba corriendo pero que consideraba el asumirlo como la mejor alternativa dadas las circunstancias. (iii) El Marco jurídico que facilitaba y probablemente aún estimulaba esta relación haciéndola totalmente legal.
El comportamiento social de hoy en día nos muestra que la naturaleza humana no ha cambiado. Al asumir un endeudamiento irresponsable se está estimulando poner en riesgo la libertad individual, y al vivir en una sociedad de consumo se reciben constantes estímulos para asumir deudas, tanto al nivel individual como al empresarial e incluso al nacional.
Guatemala se ha distinguido como país por la forma responsable en que ha manejado su endeudamiento, pese a las presiones que ha recibido para endeudarse. Por lo mismo, se posiciona como un país que valora su independencia económica. Pero la crisis del COVID-19 ha traído como consecuencia un mayor endeudamiento del cual, debemos asegurar un plan de pagos y a la vez asegurarnos que no siga creciendo.
Aumentar el endeudamiento, sea por la causa que sea, es asumir que la libertad puede sacrificarse a cambio de otros valores. ¿Es válido perder la libertad para salvar la vida? Quienes se vendían como esclavos pensaban que sí. Somos libres de decidir qué queremos sacrificar. Pero si arriesgamos o sacrificamos algo, hagámoslo con plena conciencia.