Por: Mayra Gabriel
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Desde hace unos días vengo sintiendo y oyendo en mi cabeza la frase: ¿Para qué podamos las plantas? Sé que cuando esto me pasa, es simplemente porque hay algún mensaje que es importante compartir y aquí va entonces.
La mayoría ha aprendido lo importante de podar una flor o una planta. Pero, ¿para qué lo hacemos? Como lo describe “Jardinería on”: “Esto se hace para reencauzar la energía y liberarse de las ramas, hojas y flores rotas, dañadas o secas. La poda es esencial, pues al recortar algunos sectores, las plantas mejoran su desarrollo y aspecto. La producción de frutos da mejor calidad. La mejora de la floración para así lograr una más abundante. La estimulación del crecimiento y del equilibrio general de la planta. La eliminación de las partes viejas de una planta”.
Conforme la vida va pasando, a algunos nos toca vivir experiencias que tal vez las vemos como tragedias y no como oportunidades de crecimiento. Una enfermedad, un secuestro, la pérdida de un ser querido, una traición, una separación, una larga amistad que percibimos que ya no suma, una adicción… en fin, muchas pruebas de dolor que luego se pueden convertir en grandes experiencias, dependiendo del giro que le demos a este tipo de vivencias.
Las plantas las podamos para que crezcan físicamente. Las experiencias u oportunidades de la vida, como bien lo dice la palabra, es para que nos adentremos en nosotros mismos y crezcamos por dentro. Nada nos pasa solo porque sí. Nos pasa para aprender, para crecer. Nos pasa para tener el privilegio de tener de cerca una gran oportunidad de crecimiento, aprender todo lo que podamos sobre ello, llorar, sentir un dolor físico, entender que todo tiene su tiempo y que, cuando termina, simplemente es porque algo mejor viene y llega a nuestra vida, si así queremos tener la actitud para recibirlo y salir de ese dolor. Al fin y al cabo, el dolor de hoy es la experiencia del mañana. Nadie puede hablar con propiedad de algo que no ha vivido, ¿o sí?
¡Que cuesta, por supuesto que cuesta y a veces muchísimo! Siempre he dicho que pasar un duelo de alguien vivo es mucho más duro que el de alguien que ya trascendió. Pero, bueno, cuando esas vivencias nos abren la puerta para que nos demos cuenta si vale la pena seguir con un sufrimiento o elegir pedir ayuda, aceptar que alguien sensible y acertado profesionalmente nos pueda ayudar a desenredar esos nudos emocionales que tenemos, hay que dar el paso y darse la oportunidad de aprender y cambiar.
Hay veces que vivimos bajo la sombra de las enseñanzas, ideas y costumbres obsoletas que no nos permitimos cuestionar para cambiar, ya que no creemos que sea posible darle el giro a nuestra vida tomando nuestras propias decisiones y, sobre todo, aprendiendo a amarnos a nosotros mismos. Lo más lindo e importante que podemos hacer, como seres humanos, es aprender a ser, aprender a amarnos y a ser fieles con uno mismo, tener esos pensamientos de amor por uno. Como dice Robin Sharma en su libro “¿Quién te llorará cuando mueras?”: “Lo alto que llegues en tu vida vendrá determinado no por lo mucho que te esfuerces, sino por lo bien que pienses”.
Así que te invito a que te cuestiones siempre el para qué, cuando la vida te poda con interesantes oportunidades de crecimiento, no te quedes como víctima, sino todo lo contrario, como un “ser” responsable y aceptando lo bueno que pueda venir para convertirte en un ser humano que se ama a sí mismo. La mejor maestra ha sido para mí la vida misma.