Por: Mayra Gabriel
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Gracias, María Olga Paiz, por su escrito publicado en “El Periódico”, el pasado 25 de abril de 2005, titulado “Al margen del niño”, en el que hace referencia al artículo que prohíbe a personas solteras la adopción de niños en el anteproyecto de la Ley de Adopción. Quiero comentarle que soy madre adoptiva soltera y me siento infinitamente feliz y orgullosa por ello.
Adopté por amor y escogencia a mi hijo Santiago, que hoy tiene veinte y dos años y medio. Un hijo deseado, que recibí cuando apenas tenía nueve días de nacido.
Y con quien estoy muy contenta y agradecida de compartir mi vida. El amor, principios, valores, seguridad e independencia que le estoy inculcando con palabras, pero sobre todo con mi ejemplo como madre soltera, están haciendo de él un ser humano único y especial en nuestra sociedad. Una sociedad, tan llena de límites y prejuicios, que lo único que crea es evitar que algunos sean felices y auténticos.
Apoyo al 100% la adopción de padres solteros, pues, así como hay tantos hijos que abandonan, o los famosos no deseados que les llaman “hijos colados”, que, aun teniendo padres casados, en su mayoría, son rechazados. También estamos los padres solteros, que gracias a madres que no desean criar a sus hijos, pero tienen respeto por su vida porque no los abortan, tenemos el regalo de que nos los comparten.
Damos gracias porque comparten sus hijos con quienes sí los deseamos. Damos gracias, porque si no fuera por esas madres que abandonan a sus hijos, o que saben que no los quieren, las mujeres que no podemos tener físicamente bebés no podríamos ser madres. Madre es quien cría, no quien guarda un bebé en su vientre.
Gracias a esas mujeres es que tenemos la oportunidad, entonces, de poder ser padres aquellos que sí les podemos dar un hogar; esos bebés o niños abandonados se convierten en hijos del corazón (como se les llama a los hijos adoptados).
Nos hacen más que felices y los inspiramos para que tengan una vida llena de esperanza y amor. Quiero bendecir a todas esas mujeres, que, para otro montón sin saberlo, nos han dado el privilegio de ser madres adoptivas.