Por: Mattanya Cohen, Embajador de Israel en Guatemala
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El 17 de junio, día Internacional de la Desertificación y Sequía, es conmemorado alrededor del mundo. Ambos asuntos – desertificación y sequía – amenazaron la vasta mayoría de la poblaciónn mundial. Estos desafíos creados por el hombre, han surgido como resultado del sobrepastoreo no regulado de los campos, causando degradación del suelo; la tala de bosques para crianza de animales y producción de alimentos, y el excesivo uso de fertilizantes químicos y prácticas de agricultura, que agotan la fertilidad del suelo, y la convierten en inadecuada para la agricultura y vegetación.
En las últimas décadas, el proceso de desertificación se ha intensificado debido al cambio climático, el cual ha resultado en menos precipitaciones, más sequedad, sequías recurrentes, y un incremento en la deshidratación de lagos y ríos. Es importante reconocer que el cambio climático también ha sido provocado por el hombre.
Más de dos millones de hectáreas de tierra para la agricultura han sufrido degradación del suelo, y no son utilizables para uso agrícola. Paralelamente, la demanda de áreas para la agricultura para el cultivo de productos alimenticios y para la producción industrial, está estimada en alcanzar otros 300 millones de hectáreas para el 2030.
Entonces, ¿qué podemos hacer para cambiar esta alarmante situación? A medida que el consumismo aumenta, la necesidad de crear más tierra para agricultura a expensas de áreas naturales, degradando la condición de las tierras agrícolas existentes y convirtiéndolas en desiertos, nos obliga a tener que hacer un esfuerzo para el consumo y la producción sostenible. También podemos hacer un esfuerzo para evitar el desperdicio innecesario de alimentos, desde la producción, al consumo.
De acuerdo a la Convención de las Naciones Unidas para el Combate a la Desertificación, el desperdicio de alimentos, ocupa alrededor de 1.4 millones de hectáreas – una tremenda cantidad de tierra que podría permanecer limpia y verde. Los procesos de desperdicio de alimentos, también requieren una amplia cantidad de agua y gas, y generan innecesarias emisiones de gases de efecto invernadero.
En la escala nacional, podemos trabajar para preservar y proteger los sistemas naturales del desarrollo, deforestación y equilibrio en la crianza de animales. Es importante que utilicemos el recurso del agua para la naturaleza, y para regenerar y rehabilitar ecosistemas, evitando dañar la biodiversidad de plantas y animales.
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Israel es uno de los pocos países en el mundo que ha conquistado el desierto.
Gracias a su avanzada tecnología en la agricultura, las áreas desérticas se han disminuido, en lugar de crecer. Israel ha desarrollado una amplia gama de tecnologías, la mayoría de ellas son simples, y pueden ser utilizadas para la agricultura en áreas semi – áridas y áridas. El país ha creado un sistema de riego por goteo, y también ha combinado agua dulce y salina para la creación de agua salobre de uso en la agricultura. Israel ha utilizado, por ejemplo, agua salobre para el crecimiento de tomates en el Desierto del Neguev.
En Israel, aproximadamente el 90% de las aguas residuales nacionales, son recicladas y utilizadas para la agricultura. La agricultura israelí, en gran medida, ha tenido su desarrollo gracias a este tipo de agua. La pérdida del agua en Israel es mínima, y representa sólo un pequeño porcentaje. Esto causa ahorro de dinero, reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, y permite más agua para ser utilizada en la agricultura.
Israel continúa compartiendo su experiencia y conocimiento en la lucha global en contra de la desertificación y sequía.
Cientos de miles de personas que han participado en programas educativos llevados a cabo con la Agencia Israelí de Cooperación Internacional para el Desarrollo (MASHAV), pueden testificar de esto. el Planeta Tierra nos pertenece a todos, y debemos trabajar juntos para salvaguardarlo.