Opinión

Y ahora, ¿cómo salimos?

El gobierno, además de lidiar con la coyuntura, debe plantear una visión para los próximos años.

La pandemia de Covid-19 llegó con su primer caso el 13 de marzo a Guatemala. Debido a lo que estaba pasando en otros países en el mundo y la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno inició a prepararse. Un gobierno que recién iniciaba su mandato, con pocos recursos y con un Congreso conformado por 19 bancadas.

Para un país en desarrollo como Guatemala, realmente una pandemia es un gran reto. Se cuenta con un sistema de salud muy frágil, alta desnutrición crónica, poca tecnología en el sistema de educación pública, hacinamiento en más de una tercera parte de los hogares, 7 de cada 10 personas trabajan en la economía informal y existe una alta dependencia de las remesas familiares.

Adicionalmente, contamos con un sistema de gestión pública obsoleto, lleno de trámites, diseñado para no invertir y complicar las cosas. Hay poca coordinación entre las distintas instituciones gubernamentales y además desconfianza en las autoridades.

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Ante estas características, ¿qué está sucediendo casi tres meses después? Lamentable, la desnutrición aguda se está elevando. Los hospitales están desbordados, los trabajadores de salud, unos muy comprometidos y otros ajenos, y sin insumos suficientes. Preocupa que el equipo del Ministerio de Salud no cuente con información oportuna. Es vital tener datos para generar información y tomar decisiones más sustentadas. Ni siquiera sabemos en qué etapa de la pandemia nos encontramos y cómo deciden el número de pruebas que se realizan diariamente. Esperamos que la nueva comisión creada hace una semana mejore la información, la comunicación con los ciudadanos y aclare las dudas a los periodistas.

En la educación, la pandemia ha afectado de distinta manera a los hogares. A los alumnos del sector público se les sigue repartiendo el alimento, se han distribuido unas guías de estudio a los padres y además hay un programa educativo en la televisión. Sin embargo, es muy difícil que los padres se conviertan en pedagogos y dediquen tanto tiempo a sus hijos sin descuidar sus labores. Por otro lado, meritoriamente, la mayoría de los colegios han iniciado con la educación en línea, un ejercicio nuevo que indudablemente debe mejorarse. Varias mamás se han quejado de la cantidad de trabajo que les dejan a los niños y lo difícil que es para ellas sustituir a los docentes. Esta semana el Ministerio de Educación dio algunos lineamientos para que por un lado el alumno aprenda y por otro lado no se queme a los padres de familia. Muchas mujeres trabajan y esta tarea las ha consumido. Cuando la universidad estatal está cerrada, las universidades privadas han implementado distintas plataformas para cumplir con la educación con métodos aún en construcción.

La iniciativa de quedarse en casa es una política para que las personas no se contagien ni transmitan el virus. Sin embargo, es muy difícil cumplirla por tanto tiempo. Muchos tienen que salir a trabajar y ahora es más caro porque no hay transporte público. Por otro lado, el tamaño de las casas es reducido. Los fines de semana, que dejan a la población confinada, las dinámicas internas de los hogares son complejas y no siempre armoniosas. Hay tensión por ocupar espacios y utilizar equipo en cada hogar y en varios casos violencia intrafamiliar. Adicionalmente, no todos tienen las medidas de higiene necesarias. Es de recordar que muchas casas no cuentan con agua potable ni alcantarillado.

Por otro lado, es evidente que la economía del país no puede cerrarse. Cuando el presidente decidió el jueves 14 de mayo cerrar tres días seguidos, fue caótico. Se perdió producto, la mayoría de los hogares no estaban abastecidos, varios desobedecieron y se rebelaron. Muchas personas han perdido su trabajo, otras tienen mucha dificultad para operar y hay varias empresas, en especial, pequeñas y medianas, que han tenido que cerrar, especialmente las relacionadas con restaurantes, turismo y servicios en general. También los profesionales tienen grandes dificultades, por ejemplo, abogados ante el cierre del Organismo Judicial, quienes no tienen forma de acceder a la justicia. Se sabe de psicólogos, médicos, ingenieros y consultores que trabajan por su cuenta y la están pasando muy mal.

Luego de que el Congreso aprobó un paquete económico de programas de alivio para la población, apenas inician a hacerse efectivos. A pesar de estar en un estado de Calamidad, el que le permite al gobierno comprar por excepción -que en teoría debe ser más ágil- ha sido difícil de ejecutar. Ya se habla de una recesión económica en Guatemala para este año. Las remesas están cayendo al igual que la producción nacional. Y las personas que trabajan en el mercado informal tienen muchas menos oportunidades. Adicionalmente, se ve un gran desafío con varios alcaldes que han decidido poner sus propias reglas sin respetar lo acordado por el gobierno y algunos ciudadanos protestando por las medidas de cierre.
Es momento de reactivar la economía, reabrir los servicios y realizar reformas profundas de gestión para salir adelante. Claro está que se requieren una serie de protocolos, medidas de distanciamiento social y de higiene; sin embargo, la sociedad guatemalteca no aguantará mucho más esta situación. El problema socioeconómico y psicológico está agobiando a la mayoría de la población.

El gobierno, además de lidiar con la coyuntura, debe plantear una visión para los próximos años. La pandemia va para largo. Se ve necesario conformar un equipo multisectorial de académicos, sociedad civil, empresarios, científicos y expertos, acompañados de un equipo técnico con respaldo político, que diseñen y planteen las siguientes acciones. Estamos como en un limbo, llenos de incertidumbre y sin propuestas de futuro. Necesitamos una hoja de ruta para salir de esta situación. ¿Cómo se siente ante la pandemia? ¿Tiene planes a futuro? ¿Será la oportunidad de construir la Guatemala desarrollada que todos anhelamos?

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