Opinión

No regresemos a la “normalidad” de pobreza y exclusión

Las posiciones pesimistas y críticas abundan en estos días. Muchos las califican como desesperanzadoras o incómodas: Son las que no queremos leer ni escuchar porque preferimos sostenernos de las esperanzadoras, que también son necesarias y útiles en tiempos de crisis, en la que necesitamos tomar fuerzas para salir adelante.

La idea no es hundirnos en lamentos, pero tampoco caminar con los ojos vendados. Un equilibrio difícil de encontrar, pero necesario.

Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL– que se titula “El desafío social en tiempos del Covid-19” presenta estimaciones muy preocupantes sobre el comportamiento de la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad en América Latina.

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El informe indica que la pandemia del Covid-19 tiene fuertes efectos en el ámbito de la salud y profundas implicaciones sobre el crecimiento económico y el desarrollo social.

La pandemia, resalta el estudio, entra en un contexto muy complejo en América Latina y el Caribe: Un bajo crecimiento económico, alta desigualdad y vulnerabilidad, en el que se observan tendencias crecientes en la pobreza, pobreza extrema, un debilitamiento de la cohesión social y manifestaciones de descontento popular.

Por otro lado, el informe resalta que las medidas de cuarentena y distanciamiento físico, necesarias para enfrentar la pandemia, generaron pérdida de empleo y una reducción en los ingresos de las personas y hogares, lo que afecta de una manera más fuerte a los amplios estratos de población que se encuentran en situación de pobreza y vulnerabilidad.

Esto se suma a la alta proporción de la informalidad del empleo y la precariedad de los salarios y las condiciones laborales que están presentes en la mayoría de los países.

En datos duros y crudos, el informe indica que la pobreza en América Latina aumentaría al menos 4.4 puntos porcentuales (28.7 millones de personas adicionales) con respecto a 2019, la pobreza alcanzaría a un total de 214.7 millones de personas, que representa el 34.7% de la población de la región. Guatemala no será la excepción.

Guatemala se ha caracterizado por ser una de las sociedades más desiguales y con mayor pobreza en la región latinoamericana. Lamentablemente, nos hemos acomodado y esa pobreza la “normalizábamos”. Ojalá que la crisis permita cambiar y hacernos ver que la pobreza, la desigualdad y la exclusión no está bien y no son normales.

Esta es una oportunidad para que, como país, veamos que somos capaces de construir un país más justo e igualitario, sin discriminación ni exclusión. No se trata de venir y repartir tierras o riquezas, como muchos simplifican y tratan de desacreditar cuando se habla de construir sociedades desarrolladas, se trata de buscar acuerdos para que el centro de las acciones públicas y privadas sea que prevalezca la dignidad y el bienestar de las personas.

No solo se trata de promover empleo y crecimiento económico, que es necesario y urgente. Se trata de construir una sociedad de oportunidades apoyada por una institucionalidad pública que brinde protección y seguridad social, educación, salud y, en general, que las acciones públicas estén orientadas a construir condiciones dignas de bienestar.

La idea no es regresar a la “normalidad” de pobreza y exclusión sino construir un país de oportunidades que promuevan el desarrollo humano integral. ¿Qué opina usted?

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