El jueves pasado a la mayoría de los guatemaltecos nos sorprendió la medida drástica tomada por el presidente de un cierre casi total del país del viernes 15 hasta hoy, lunes 18 de mayo, a las 5 a. m. Aunado a restricciones drásticas y horarios de los servicios de alimentación, privilegiando a las tiendas de barrio de viernes a domingo de 8 a 11 de la mañana y la movilización a pie, así como nuevos itinerarios para mercados y supermercados. En cadena nacional transmitió de una forma desordenada y confusa las medidas para los próximos 15 días, lo cual ha causado inconformidad en la población, especialmente cuando hace algunos días comentó que iniciaría con la apertura de servicios.
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La preocupación del presidente por el aumento de casos es comprensible, el cual se duplicó en una semana -838 casos el 7 de mayo a 1,643 el 14 de mayo-. Posiblemente, el estar a punto de saturarse las camas destinadas a la pandemia de Covid-19 y el darse más casos comunitarios hizo que el presidente tomara estas medidas, pasando a la fase de mitigación.
Sin embargo, se consideran estas un tanto apresuradas. Muchas personas reciben su pago quincenal y el cierre de los bancos fue muy perjudicial. Adicionalmente, productores en distintos puntos del país se quedaron sin vender y las largas colas en las tiendas de barrio creó aglomeraciones, aumentos de precios y una sensación de caos y ansiedad. Varios indignados argumentan que el cierre de un país debe comunicarse días antes para que las personas se puedan organizar, así como planificar sus compras y movimientos. Con un 70% de personas que trabajan en la economía informal y mucha gente que vive del ingreso de cada día, es una situación muy difícil de acatar.
Lo que hemos estudiado en el CIEN de cómo han abordado este desafío otros países ha sido interesante. Se sabe que la enfermedad es sumamente contagiosa y es difícil contener o aislar cuando hay casos asintomáticos. No existe vacuna, tratamiento e inmunidad, lo que ha generado dificultad para atacarla. A menos de cinco meses de pandemia, aún no existe consenso sobre los criterios que servirán para medir en un futuro el éxito de cada país frente a la misma. En los primeros cuatro meses pareciera que los criterios dominantes para establecer el éxito han sido: a) Aplanar las curvas de infecciones y b) Minimizar las tasas de muertes. Definitivamente, será necesario incluir otros criterios para lograr una mirada más holística sobre el “desempeño” de los países. Adoptar medidas de control tempranas es eficaz para reducir las tasas de infección y conducir a la supresión de las tasas de reproducción efectiva del virus (resultados del grupo de países de acción rápida y los de acción lenta). Basado en un estudio de 135 países, los que hacen más pruebas son los que tienen más casos confirmados; sin embargo, el mayor desafío es el desborde del sistema sanitario.
Debido a las decisiones de los gobiernos sobre el confinamiento, habrá repercusiones sociales y económicas. Se detectó que la mayoría toma decisiones sin sustento técnico, ni con una visión integral, y que operan “a prueba y error” por ausencia de información confiable, experiencia con epidemias y falta de certeza. Lamentablemente, los datos oficiales disponibles son pocos, inexactos y no permiten identificar intervenciones “exitosas” (menor tasa de muertes por millón de habitantes).
Todos los países cuentan con distintos paquetes de ayuda económica, con excepción de uno -Nicaragua- y varían desde subsidios hasta créditos, la mayoría enfocados en la protección del empleo formal y las industrias más afectadas. Sin embargo, aún no se puede evaluar si son los programas correctos, si llegarán a la población y si los países serán capaces de enfrentar las grandes deudas. En algunos casos, la “medicina será peor que la enfermedad”. También se encontró que el desempeño de un país no depende exclusivamente de las respuestas de los gobiernos, sino también del comportamiento de su población en cumplir las normas establecidas.
Para el caso de Guatemala, se reconoce que el presidente ponga en primera instancia la vida de las personas; sin embargo, este tipo de acciones pueden traer consecuencias muy negativas si su visión no es integral, su actuación consistente y su comunicación coherente. A cuatro meses de gobierno, es difícil enfrentar una situación de esta envergadura, por lo que no es de despreciar el esfuerzo.
Lo que ha desnudado esta pandemia es la existencia de un Estado colapsado que no responde a la población. Gran parte es debido a que en los últimos 12 años la mayoría de los recursos se han destinado a financiar botines políticos que benefician a muy pocos. Cada año tenemos menos inversión y nos endeudamos para financiar más burocracia, mediocre e inoperante. Se pone de manifiesto en esta crisis los problemas de fondo. Un sistema de salud disfuncional, que definitivamente no podrá responder ante la emergencia, un sistema educativo jurásico que está muy lejos de lo que demanda el siglo XXI, una economía con grandes rigideces para generar empleo formal y dependiente de las remesas, gran incertidumbre jurídica por el actuar de las cortes, una policía con fragilidad institucional, falta de comunicación y articulación entre autoridades locales y gubernamentales, sistemas de gestión ineficaces (contrataciones, recurso humano y rendición de cuentas) y una población que no confía es su gobierno.
La tarea a futuro será reinventar nuestro país. Hacer una transformación de los sistemas, buscando que estén al servicio de los ciudadanos y para el bienestar de todos. Cambios de fondo que superen los intereses personales y partidarios y que busquen el bien común. Es momento de un giro para forjar un mejor futuro. Se necesita un equipo multidisciplinario que piense más allá de la coyuntura y que plantee propuestas concretas para iniciar una Guatemala diferente. ¿Qué opina de las medidas tomadas por el presidente? ¿Con cuáles decisiones no estuvo de acuerdo? ¿Cómo ver más allá del Covid-19?