Opinión

La chispa más irritable

"En medio de esto, insisto en que la comunicación del Gobierno precisa de mejoras en el inmediato plazo".

Los fuegos que se dejan crecer se vuelven incendios. Los incendios que se desbordan se vuelven calamidades. Y si el contexto tiende a lo inflamable, mucho peor. El Gobierno manejó mal el episodio de las quejas planteadas por los médicos del Parque de la Industria porque permitió que la indignación creciera. Y eso no solo ocurrió en las redes sociales. La protesta caló más allá de ese mundo. Y nadie ganó con eso. Nadie.

Fueron varios los momentos en que fallaron. Primero: Debieron prever lo que iba a pasar y, por ende, resolver el conato de crisis con acciones directas y prontas. Segundo: Ya con las denuncias en los medios, no era oportuno esperar tanto para salir a dar declaraciones. Tercero: La respuesta menos aconsejable era descalificar a los médicos y señalarlos de que “están creando conflictos para lograr que no se desarrolle adecuadamente el funcionamiento del hospital”. Cuarto: El ministro de Salud, Hugo Monroy, se oyó desinformado y evasivo en la entrevista de ayer por la radio. No es aceptable que él afirme que en el Parque de la Industria hay 60 camas disponibles y dos horas después la directora de dicho centro diga en una citación en el Congreso que el número de camas no llega a 10. Porque, con ese calibre de contradicciones, uno termina preguntándose si los funcionarios tienen realmente el control sobre esta grave situación. Lo cual no ayuda en nada cuando, además de las aflicciones de contagio que trae consigo la pandemia, se multiplica la desesperación que acarrea el diario desplome de la economía.

"En medio de esto, insisto en que la comunicación del Gobierno precisa de mejoras en el inmediato plazo".

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Si algo necesita una crisis sanitaria como esta del Covid-19 es comunicación eficaz y transparente. Los datos para la población han de ser concisos y claros para no dar margen a la confusión. Hacerlo de ese modo inspira confianza. Asimismo, le crea una base de respaldo a las autoridades que, como es obvio, enfrentan una emergencia en condiciones sumamente precarias. En tal sentido, la nota sensata la dio el vicepresidente Guillermo Castillo cuando el pasado martes ofreció disculpas a los médicos que resintieron públicamente la carencia de insumos. Sus palabras calmaron los ánimos y facilitaron el diálogo. He ahí lo atinado de su mensaje. Negar lo evidente solo genera confrontación. Asumirlo implica apertura. No será peleándonos como lograremos sortear los múltiples y dramáticos retos que nos aguardan, implacables, en los próximos meses.

Estamos ya en la temporada crítica de este tremendo momento. Anoche se confirmaron 143 nuevos casos, la cifra más alta hasta ahora. Mientras más pruebas se hagan, más certezas tendremos. Incluso para ir abriendo la economía. No lo digo yo. Lo afirman varios expertos que conocen muy bien el tema epidemiológico, entre ellos, los doctores Edwin Asturias y Juan Manuel Luna. Ambos coinciden en que no se trata de hacer estas pruebas de manera desordenada y caótica. Hay criterios para ello. Y el cálculo que mencionan es que practicar unos cinco mil tests al día, a nivel nacional, nos evitaría una oleada de contagios que se torne incontrolable. Dicha información sería de gran utilidad para protegernos mejor. Hasta ahora, el Gobierno parece reacio a acatar esa sugerencia. Veremos si cambia de opinión a medida que haya más infectados. Y también si la contención aplicada presumiblemente a tiempo logró salvarnos de un cataclismo en nuestro sistema de salud.

En medio de esto, insisto en que la comunicación del Gobierno precisa de mejoras en el inmediato plazo. Especialmente en el tema del Covid-19. Transparencia, claridad, temple, brevedad y exactitud forman parte de la línea que les recomiendo. Y no permitir que las noticias falsas les ganen la partida en el manejo de percepciones. Aclarar rápidamente los rumores es clave para evitar que reine la confusión. Los fuegos que se dejan crecer se vuelven incendios. Los incendios que se desbordan se vuelven calamidades. Y si el contexto tiende a lo inflamable, mucho peor. La angustiosa encrucijada de esta pandemia es una combustión totalmente propensa a encontrarse con su chispa más irritable.

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