Por Mayra Gabriel
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Si busco la definición de lo que es un rompecabezas, Google en Wikipedia lo describe así:
“Es un juego de mesa cuyo objetivo es formar una figura combinando correctamente las partes de esta, que se encuentran en distintos pedazos o piezas planas”.
Ahora bien, siento que mi vida, porque no puedo hablar de los demás, está hecha de un montón de piezas que estaban por allí y ahora, con todo el tiempo del mundo para estar en casa, estoy ordenándolas y juntándolas para lograr ver completo y más claro todo eso que en mi mente y corazón revolotea y siempre ha estado, pero no con el orden que sería mejor para mí.
Hoy me imaginé que esta época que estamos viviendo del covid-19, (y lo pongo en minúsculas para no darle poder) es como una tormenta con muchos barcos en una misma dirección. La diferencia es que algunos llevan capitanes con conocimiento, experiencia y pensamientos positivos; mientras que otros, solamente conocimientos, y algunos más, mejor ni siquiera decir.
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Todos estamos viviendo la misma tormenta, pero la actitud de cada capitán será la que permita tomar mejores decisiones.
El capitán con más tormentas superadas es quien tendrá más experiencia y, posiblemente, mejor actitud. Por eso digo que en crisis es cuando realmente se conoce a los buenos líderes. No importa si es el líder de una nación o de un ministerio, de una iglesia, de un barco, de una corporación o de una empresa, de la tienda de la esquina, del puesto en el mercado, de un papá o de una mamá; lo que importa, es la actitud con la que puede manejar y salir de cada situación.
En el rompecabezas pueden haber pocas o muchas piezas, dependiendo del grado de dificultad que queramos experimentar, pero, a la larga, lo importante es la ilusión de quererlo ver terminado.
Se necesita orden y paciencia, perseverancia, entendimiento, pero, sobre todo, la ilusión de verlo terminado, como la carátula de la caja.
Lo mismo siento que es esta época, necesitamos vivir y sentir en nuestro corazón mucha serenidad, fortaleza, perdón, ilusión y esperanza por todo eso que en algún momento dejamos en pausa y que pareciera que nos hace falta.
Hoy tengo tiempo para hacer y deshacer. Para tener esa comunicación especial y hablar con Dios.
Para sentir esos momentos a solas conmigo misma, para meditar, hacer ejercicios, leer, cocinar. Para reforzar que el valor de mi vida es uno y que es momento de compartir, dar y servir. Tengo tiempo para quedarme viendo a los volcanes, a las nubes, al cielo, a las calles vacías… y saber que no tengo prisa de nada, porque el tiempo está pasando, porque no se detiene, pero no hay prisa de nada ni por nadie. Simplemente, llevar el mejor de los respetos y la comunicación con cariño con los que estoy compartiendo mi vida, bajo el mismo techo. Entretenidos y gozando cada quien en lo que quiere y elige hacer.
Eso sí, el momento de las comidas juntos compartiendo; aprovechar la magnífica tecnología que ahora existe, para compartir con mi familia, amigos o personal con quien trabajo; momentos de risas, penas, anécdotas de tristezas y alegrías por el teléfono o la computadora. Sentirnos unidos y presentes, y reconectar con algunos que se habían quedado, en el tiempo, en la libreta de teléfonos.
Simbólicamente puede ser un rompecabezas, metafóricamente puede ser una tormenta, pero a la larga y al final dependerá de mi actitud y cómo la lleve, cómo la juegue, cómo la pase. Mi actitud es la clave de mi presente. Mi actitud es quién dirá si mis días serán de paz y tranquilidad o de todo lo contrario; además, sobre todo, necesito tener fe y saber que Dios siempre obra para bien.