Opinión

La ética es el secreto

"Reabrir el país de manera gradual es un asunto técnico que debe ser liderado y tutelado principalmente por los epidemiólogos".

He imaginado innumerables escenarios de cómo podremos “volver a la normalidad”. Ninguno lo veo idéntico al que conocimos. Ninguno es tan abierto y tan laxo como el que vivíamos apenas en febrero. Me emociona ver a la ballena que merodea por un embarcadero de California y, a la vez, me espanta recibir la llamada de un amigo que está pidiendo prestado para pagar su planilla. Son los contrastes de una temporada plagada de sorpresas y de incertidumbres. Alemania es uno de los dos países en Europa que mejor ha gestionado esta crisis del Covid-19. El número de muertos en ese país no llega a 5 mil. Y eso es “éxito”. Sobre todo si las cifras fatales se comparan con las de Italia o España. Sin embargo, la canciller Angela Merkel considera que sus connacionales no aplican con suficiente rigor el “distanciamiento social”. Incluso así, se ha previsto que para el próximo 4 de mayo Alemania empiece a restablecer las actividades de manera gradual.

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Menciono esto para enlazar la siguiente idea: No debemos pensar en el futuro bajo la premisa de que lo haremos cuando ya se haya solucionado por completo la emergencia que hoy nos presenta el nuevo coronavirus. Ese futuro, especialmente el económico, debe ser estructurado ya. Sin demoras. Y con visión. Por el momento, sería un suicidio político y humano para el presidente Alejandro Giammattei relajar el confinamiento y las medidas restrictivas. De hacerlo, expondría al país a una tragedia. Hasta el momento le ha ido bien, aunque el intenso tráfico de ayer no era un buen presagio. Las presiones alrededor del mandatario deben ser tremendas. Y es previsible que por su mente pasen ideas tan diversas y contrarias como “qué tal si se me va la mano con el encierro y hago colapsar la economía e igual se multiplican los contagios” o la antónima que pasa por un “qué ocurre si abro los centros comerciales y evito despidos en masa, pero eso se traduce en incontables decesos”.

“Reabrir el país de manera gradual es un asunto técnico que debe ser liderado y tutelado principalmente por los epidemiólogos”.

No es una situación fácil para nadie. Y como todo en la vida, la respuesta debe basarse especialmente en aspectos éticos. Giammatttei no podrá complacer a la totalidad de la población. A lo que sí está obligado es a no fallarle a la historia. Duro para él, pero su presidencia va a definirse en este episodio. Así como puede salvar su nombre con una actuación efectiva y digna, igual podría ser un temprano naufragio si no logra administrarla con el mínimo decoro. Así de serio es lo que se juega en medio de una crisis para la que casi ningún presidente está preparado. En ese contexto, uno de sus mayores retos radica en la asistencia que obligatoriamente debe proveer a quienes hoy carecen de ingresos. A los vendedores informales, por ejemplo. Desgarradores han sido los testimonios de muchos de ellos, que han revelado realidades tan dramáticas como no haber percibido un solo centavo desde el pasado 15 de marzo.

Entre las múltiples voces que han vertido recomendaciones al respecto, destaco dos: Una, la del exministro de Finanzas Richard Aitkenhead, quien habló de los mecanismos de distribución de ayuda y sugirió que, aunque haya errores al principio, la dinámica tiene que ir puliéndose hasta lograr su mejor versión posible. “Ya pasó el tiempo de los monetaristas; llegó el de los keynesianos”, afirmó en una entrevista por la radio. A lo que añadió esto: “Necesitamos construir carreteras, infraestructura y sistemas de riego para generar empleo”. Por su lado, el expresidente del Banguat Lizardo Sosa, quien también participó en esa charla, subrayó que la organización social existente puede ser clave en este proceso. “El mandatario debe confiar en la gente”, dijo. Y así recordó la gestión del presidente Kjell Laugerud durante el terremoto de 1976, la cual, según Sosa, le dio legitimidad a un gobierno que había llegado al poder luego de un fraude electoral.

Reabrir el país de manera gradual es un asunto técnico que debe ser liderado y tutelado principalmente por los epidemiólogos. Ello, para evitar que, por precipitaciones originadas en la ansiedad, nos veamos obligados a confinamientos incluso más severos a los de hoy, obviamente causados por algún nuevo brote de Covid-19. Por supuesto, en esto también ha de convocarse a expertos en el tema económico y a profesionales del área social. Lo multidisciplinario aquí es clave en cuanto a un correcto y certero diagnóstico de cómo y cuándo hacerlo.

Por ahora, aún lo veo lejano. Lejano y, en algunos casos, rayando en lo “eterno”, si es que me doy a entender. Pero igual insisto: No debemos improvisar cuando la oportunidad de “regresar” empiece a asomar perfil. Sin embargo, así como se sugiere líneas atrás en cuanto a las complicadas decisiones que ha debido y debe tomar el presidente Giammattei, será la ética la guía más apropiada para abrir telón o para mantenerlo abajo en el marco de esta pandemia. Me refiero al ya de por sí polémico tema de volver o no a “la normalidad”. Esa “normalidad” que no será, por lo menos durante un prolongado tiempo, la misma de antes.

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