Opinión

El motor que no descansa

"Es así cómo las instituciones que a pesar de todo funcionan aún y se mantienen en la sociedad guatemalteca: iglesias, ejército, bomberos, cofradías religiosas, hermandades de los fieles creyentes y asociaciones de empresarios (dije empresarios, no mercantilistas)".

 

Guatemala no cae en las garras negras y pestilentes del socialismo del siglo XXI y el socialismo de las ONG de la guerrilla y sus colaboradores y financistas, como Soros Foundations o el G13 de embajadores neocolonialistas, porque tiene aún instituciones sociales muy fuertes que mantienen una moralidad básica y en especial en los mercados informales.

Una moralidad que se asemeja en mucho a la Ética Protestante, de la que hablaba Max Weber en sus estudios sociológicos de la Europa del siglo XIX.

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Esta ética, esta “teología de la prosperidad” opuesta diametral y fundamentalmente a la herejía marxista que algunos en el catolicismo persiguen, la llamada “teología” de la liberación jesuita.

Esta teología de la prosperidad es una creencia y cosmovisión judeocristiana que santifica los frutos del trabajo honrado y ve la prosperidad material fruto del trabajo honesto y el dinero bien habido, y ve la prosperidad material del hombre honrado y trabajador como un signo de la bendición de Dios y de la prosperidad que viene del cumplimiento de los Diez Mandamientos y de la Ley de Dios tal y como está escrita en la “Biblia”.

Es así cómo las instituciones que a pesar de todo funcionan aún y se mantienen en la sociedad guatemalteca: iglesias, ejército, bomberos, cofradías religiosas, hermandades de los fieles creyentes y asociaciones de empresarios (dije empresarios, no mercantilistas); ¡todas esas instituciones son los baluartes y las defensas que impiden que Guatemala se vuelva socialista!

No es perfecto, ni mucho menos, nada humano lo es, pero es vibrante y crece. Lo he visto yo muchísimas veces al pasearse uno en el mercado La Terminal de la zona 4 a las 4:00 de la mañana o en le Cenma en el sur de la ciudad o en cualquiera de los 400 mercados cantonales y las mas de 170 mil tiendas de barrio de toda Guatemala. Lo he visto en las mas de 50 mil iglesias evangélicas y en las órdenes religiosas católicas y cofradías que mantienen devociones cristianas de siglos.

Lo he visto en los barriletes de Sumpango o de San Juan Sacatepéquez o en el mercado de Chichicastenango o el de San Francisco El Alto, lo he visto en la industria ganadera y lechera nacional, en el crecimiento extraordinario de la ciudad de Guatemala y de las decenas de ciudades secundarias, que año con año crecen y crecen.

San Pedro Carchá, Quetzaltenango, Reu, Mazate, Teculután, Zacapa, Esquipulas, Morales y La Mesilla, ¡todas son ciudades en expansión!

Hay tras ese crecimiento un trabajo enorme y sin planificación central, una rebeldía y desconfianza natural contra el poder central del Estado y una creencia en uno mismo, un empuje empresarial y cultural que lo hace levantarse en las mañanas y seguir luchando.

Ese es nuestro gran motor nacional, nuestro gran impulso hacia delante, a pesar de todos los problemas que nos aquejan.

¡Guatemala está viva y crece! ¡No vamos a dejar de luchar! ¡No nos daremos nunca por vencidos! ¡Nuestra Guatemala, la amada patria de nuestros padres y abuelos, vale la pena y seguiremos luchando por ella contra viento y marea en el Nombre de Dios!

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