Hoy es el primer día de Marta en la empresa y, como todos los primeros días, está nerviosa y a la vez muy emocionada. A lo largo del día intenta dar su cien por cien en todo lo que hace. “Tengo que hacerlo bien”, piensa. “Tengo que demostrarles que me importa este trabajo y que soy capaz de hacer las cosas con excelencia”.
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Rápidamente, el jefe nota su actitud proactiva y comprometida con la organización y comienza a darle más importancia, dándole trabajos más específicos y pidiendo sus comentarios en las reuniones para luego felicitarla por su intervención.
Por otra parte, está Claudia, que ha sido siempre la mano derecha del jefe y, a pesar de que intenta ser cordial con Marta, no puede evitar sentir rivalidad hacia su compañera, quien le está quitando paulatinamente el liderazgo.
A dos semanas de su llegada, la situación ha empeorado. Marta sigue ganando terreno y Claudia está esperando ansiosamente el momento en que su compañera se equivoque para así evidenciarle el error a su jefe, volver a tener su atención y, por ende, su antigua posición.
“No necesitas perjudicar a nadie para potenciar tus habilidades, preocúpate de ti y no de lo que hacen o dejan de hacer los demás”.
Lo que Claudia tiene se llama envidia y esta es más común de lo que creemos en un ambiente laboral. Se conoce como uno de los pecados capitales y radica en el deseo de tener algo que alguien más posee.
De alguna manera, es normal que admiremos la forma en que otra persona se comporta o reacciona ante ciertas situaciones e incluso los logros que estos pueden alcanzar. El problema nace cuando mido mis logros con base en los logros de mis compañeros y estoy en una eterna competencia por ser la mejor.
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Marta no quiso demostrar su superioridad en ningún momento, pero sin duda logró despertar sentimientos negativos en su compañera. Muchas veces podemos despertar envidia simplemente con nuestra forma de ser y no hay mucho que podamos hacer contra esto, pero sin duda hay maneras de evitarlo.
Uno de los consejos es nunca alardear de lo que tenemos o de nuestras capacidades, ni intentar demostrar que somos mejores que otros en algún área determinada. Por el contrario, hay que ver formas de engrandecer el trabajo no adjudicándonos el crédito por algo que en realidad fue fruto del trabajo en equipo. Por ejemplo, algo tan simple como decir “nosotros” en vez de “yo” hará una gran diferencia en la percepción de nuestro equipo de trabajo.
Por otra parte, está quien, a pesar de todo, siente envidia solo por el hecho de no tener las capacidades, el físico, el carisma o el expertise de otro. A la larga, este tipo de personas viven a costa de los demás y esto provoca en ellas un profundo y continuo sentido de la frustración.
No importa qué tenga la otra persona, uno tiene que aprender a sacarle provecho a las capacidades que posee, olvidándonos de la competencia desleal y siendo personas que tienen la capacidad de trabajar en sus debilidades y potenciar sus fortalezas, con el objetivo de ser mejores profesionales y no con el fin de demostrarles a los demás que uno es mejor que otro.
No necesitas perjudicar a nadie para potenciar tus habilidades, preocúpate de ti y no de lo que hacen o dejan de hacer los demás.
“La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás muestra cuánto se aburren”, Arthur Schopenhauer.