La democracia interna en los partidos políticos debe ser el corazón de la próxima reforma electoral. En estos días, desde diversos espacios se están construyendo propuestas de reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP).
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La reforma electoral es la salida sistémica e institucionalista a la crisis de representación y legitimidad del sistema partidario. Si bien es cierto que las reformas son elementos necesarios, no son suficientes para transformar el ejercicio político-partidario en el país.
La crisis del sistema político partidario demanda reformas que busquen atender la crisis de legitimidad y representatividad que sufren las organizaciones políticas.
Los ciudadanos ven con mucho recelo y distancia a los partidos que terminan, al final del día, siendo únicamente vehículos electorales que utilizan para llegar al poder. Los partidos no logran trascender en el tiempo, giran en torno a figuras y salen del escenario político con mucha facilidad.
El problema radica en que hasta el momento ningún partido se ha logrado consolidar institucionalmente y trascender en el tiempo. Romper esa visión de partidos como vehículos electorales no es fácil. Sin embargo, un buen comienzo es reformar la LEPP para democratizar los partidos.
La transformación de las organizaciones partidarias pasa por cambiar las prácticas nefastas que las han debilitado e implementar la democracia interna. Evitar, por ejemplo, que la participación en un partido, como dirigente partidario o candidato a un puesto de elección pública (alcalde, diputado, presidente), esté condicionada a cuánto dinero puede aportar a la campaña política o a la estructura partidaria.
Si no, que las posibilidades de participar en un partido y ser candidato pasen por considerar criterios de capacidad, trayectoria política y honorabilidad. O evitar que los partidos sean tan centralistas y autoritarios en las decisiones partidarias. Unos cuantos, regularmente los dirigentes nacionales con algunos departamentales, tienen el control absoluto del partido.
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Ellos son los que regularmente deciden qué hace y no hace el partido, en cuál municipio y departamento el partido tendrá organización legal inscrita en el Tribunal Supremo Electoral, así como las listas de las candidaturas.
La democracia interna en los partidos contribuye a fortalecer la legitimidad de las organizaciones políticas.
Los problemas como el caudillismo, la nula identificación y aceptación que tiene de la ciudadanía, así como los problemas de representatividad, están muy relacionados con la falta de procedimientos democráticos para tomar las decisiones en los partidos.
La democracia interna contribuye a que los afiliados se involucren en la elección de las autoridades partidarias, en la postulación de los candidatos y en las posturas que adoptará el partido frente a los problemas de nuestra sociedad.
Si esto sucede, los partidos gozarán de mayor legitimidad y representatividad porque los afiliados son parte de las decisiones que se adoptan.
Me pregunto cuántos afiliados han participado en una reunión para aprobar que un diputado del partido se cambie de bloque legislativo en el Congreso. Los diputados salen públicamente afirmando que el cambio lo hacen con el aval de las bases partidarias. ¿Esto sucede en la realidad o es un falso argumento para legitimar la decisión?
La democratización interna de los partidos busca darle al afiliado poder y decisión real en las organizaciones partidarias para que tenga sentido participar en ellas. En estos momentos, los afiliados terminan siendo un número más para cumplir con los requisitos que exige la LEPP y no están involucrados en las decisiones.
Por eso, el corazón de la reforma electoral, si queremos partidos más legítimos y representativos, debe ser la democracia interna. ¿Qué opina usted?