Nada bueno puede salir de las gestiones secretas que hace el gobierno de Jimmy Morales en Washington. Nada bueno para el país. Si así lo fuera, ya sabríamos exactamente qué se negocia y tendríamos una idea clara de lo que se pretende lograr. Pero no… El velo del misterio rodea los tratos que se cocinan. La falta de transparencia nos muestra, de nuevo, el estilo opaco y siniestro del Ejecutivo actual. Y ello trae consigo intranquilidad, porque sabemos de lo que son capaces. Hay contradicción evidente cuando esperan la resolución de la Corte de Constitucionalidad para cerrar el acuerdo, y a la vez aseguran no buscar que Guatemala se convierta en “tercer país seguro”. ¿Quién es capaz de explicar tal cosa? Si no tienen la intención de entregar esa soberanía a la que tanto decían defender, ¿por qué no seguir adelante y armar comitiva hacia la Casa Blanca esta semana? ¿Qué los detuvo? Además, hay detalles ingratos que pintan de cuerpo entero al presidente y a sus cercanos. ¿Cómo entender que, un día después de las redadas masivas que se habían programado contra los indocumentados, Jimmy Morales fuera de visita a saludar a Donald Trump? ¿Será digno eso? ¿Solidario con nuestros migrantes? ¿Humanamente aceptable?
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Se necesita ser muy iluso para creer que Guatemala pospuso esa reunión. Es obvio que fue Estados Unidos. Y salta a la vista que no hubo “cordial apretón de manos” porque los consejeros del mandatario estadounidense no quisieron exponerlo a un ridículo planetario. Suficientes problemas tiene ya por sus insultos racistas contra las congresistas demócratas. Y en las encuestas tampoco le va bien.
“La impresión que dan es que están dispuestos a lo que sea por conseguir su objetivo. Y si eso significa hipotecar al país, lo harán. Su cinismo creciente raya en lo criminal. En lo absurdo. En lo vil. Bien lo dijo ayer Aquiles Faillace por la radio: ‘El gobierno es la peor amenaza para la estabilidad del Estado’”.
Que el gobierno no informe de lo que intenta “transar” con Trump, o que lo haga a medias y sin sustancia, causa inmediatas e inevitables especulaciones. Y las especulaciones se vuelven inestabilidad. Y la inestabilidad viene acompañada de angustia. Y esa angustia daña la economía y pone nerviosos, innecesariamente, a los guatemaltecos. ¿Por qué someter al país a semejante presión? ¿Qué gana el presidente con estas maniobras que, además, lo hacen ver como un hombre contra las cuerdas? ¿Cómo evitar percibir que el mandatario busca agradar, al precio que sea, al régimen que podría garantizarle la impunidad que se supone necesita? Aunque la indignación se ha ido acumulando de manera peligrosa para Morales, me admiro de que no sea incluso mayor. No descarto por ello que, en los próximos días, de la nada surja alguna manifestación de fuerza con uno de sus grupos afines, de esos que suelen alienarse con los intereses espurios de este y de otros grupos políticos en el poder.
La congresista estadounidense de origen guatemalteco Norma Torres fue contundente en un mensaje por Twitter en el que describió como “corrupto” al mandatario de Guatemala y como “narco” al de Honduras. Torres se dirigía hacia varios centros de detención, donde los migrantes son vejados sin la mínima consideración humana. “¿Qué les digo a los niños que siguen presos en Florida?”, fue la pregunta de Torres para los dos presidentes. Porque, además de la incertidumbre que crea Morales con sus rastreras actitudes frente a Trump, la tragedia que viven los migrantes cada día contrasta de manera grotesca con el accionar diplomático de sus funcionarios. Pareciera que no les importa que la gente más vulnerable se juegue la vida a diario por encontrar lejos ese trabajo que su propia tierra les niega. Y si se confirma que están haciendo fiesta con las embajadas y los consulados, la afrenta crece y alcanza dimensiones de infamia.
No me confío del amparo provisional, a modo de prevención, que otorgó la CC a los excancilleres para impedir que el gobierno se atreva a convertirnos en un “tercer país seguro”. Un desesperado es capaz de cualquier cosa. Y en el horizonte no veo aún que ni él ni sus cercanos se hayan rendido. La impresión que dan es que están dispuestos a lo que sea por conseguir su objetivo. Y si eso significa hipotecar al país, lo harán. Su cinismo creciente raya en lo criminal. En lo absurdo. En lo vil. Bien lo dijo ayer Aquiles Faillace por la radio. “El gobierno es la peor amenaza para la estabilidad del Estado”.