En un abrir y cerrar de ojos estaremos, una vez más, frente a las urnas electorales para elegir al próximo presidente y vicepresidente del país.
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La campaña está empezando a tomar vuelo y con el pasar de los días vemos más actividades partidarias concentradas principalmente en fortalecer la estructura política de cara a la elección.
Más allá de los movimientos en el tablero político-electoral no desaprovechemos el tiempo y promovamos una discusión sobre las prioridades de país. Un espacio para alejarnos de las campañas vacías y sin discusión en las que predominan las promesas electorales que se quedan en ofrecimientos que nunca se cumplen.
Por ello, exijamos un debate sobre las prioridades del país. Lamentablemente, las necesidades y demandas están creciendo cada segundo y ameritan que se tomen acciones y medidas de políticas públicas serias, contundentes y efectivas.
Las próximas autoridades deberán reencauzar el rumbo que lleva el país. Asumir riesgos y tomar el control del timonel de este barco que está a punto de encallar o hundirse. El país no tolerará cuatro años más de improvisaciones y falta de claridad. Las autoridades tienen que tomar en serio el cargo y asumir con responsabilidad los compromisos y los desafíos que tenemos que superar.
El progresivo y acelerado deterioro de la institucionalidad pública, la precariedad en la que se están prestando los servicios públicos esenciales, la corrupción y el clientelismo son algunos de los factores que debilitan la capacidad de respuesta del gobierno a las demandas de la población.
No hay pierde. Una agenda de política pública está esperando para atender los problemas, por ejemplo, en materia de inseguridad, el desempleo, el lento crecimiento económico, la indetenible migración, el crimen organizado y el narcotráfico, los problemas en la calidad y cobertura educativa, la precariedad en el sistema de salud pública, la inhumana desnutrición crónica, la pobreza y la exclusión, solo por citar algunos ejemplos.
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En este contexto, los partidos políticos y sus binomios presidenciales deben salir de esa zona común y segura en donde expresan, en algunos casos más efectivos que otros, los ofrecimientos y buenas intenciones, y pasar al plano de lo concreto para dar respuesta a preguntas como:
¿Cuáles prioridades tendrá su gobierno? ¿Qué tipo de acciones tomarán? ¿Cuántos recursos destinarán a esas prioridades? ¿Qué tipo de readecuaciones harán en el presupuesto? ¿Quiénes serán los beneficiados? ¿El período de intervención? ¿Cuáles mecanismos de monitoreo y evaluación implementarán?
Dejemos por un lado los banderines, playeras, canciones y videítos. Promovamos la discusión, además de los objetivos y las buenas intenciones, de información y análisis de las políticas públicas que se están implementando y las que proponen impulsar, en un contexto en donde queden rezagados los intereses personales y prevalezca un fuerte compromiso para encontrar acuerdos y soluciones a los principales problemas del país.
Eso implica voluntad política, responsabilidad y compromiso con una forma distinta ejercer el cargo público.
Por eso, espero que los partidos puedan participar de manera activa, con propuestas viables, en los diferentes foros, debates y espacios de discusión electoral que se abrirán en estos días. En las calles está caminando una ciudadanía que está muy desmotivada y necesita escuchar no sueños e ilusiones, sino acciones reales para atender los problemas.
De igual manera, la ciudadanía tiene el desafío de informarse, discutir y analizar. No se vale quedarse de brazos cruzados esperando a que los candidatos se acerquen. Revise las propuestas, analícelas, compárelas y vea qué tan factibles y realistas son. ¿Qué opina usted?