Opinión

Más de lo mismo y lo menos peor

“Lo que en realidad pretendo expresar en esta columna es un temor. Y ese temor es que todo este desorden responda a una orquestación maliciosamente planificada. Lo digo incluso de manera más directa: A estas alturas no me extrañaría que alguien esté buscando que no haya elecciones”.

No debe tomarse a la ligera la amenaza proferida por el vocero de la Asociación de Veteranos de Tropa del Ejército, en cuanto a que o les pagan Q85 mil de resarcimiento a cada uno de sus supuestos integrantes o no habrá elecciones. De por sí, la suma es un despropósito, pues casi equivale al presupuesto nacional. Lo cual ya sugiere mucho. No sé de dónde se sacan que existe un compromiso en los Acuerdos de Paz para compensar a alrededor de un millón de efectivos militares. Los números no cuadran. Sin embargo, en la Guatemala de hoy, hasta lo más descabellado pasa como normal. Y por ello me llama la atención lo desfachatado de la exigencia. El ambiente está enrarecido a la mala. El Tribunal Supremo Electoral no da visos de tener las cosas bajo control. La confusión cunde. El desasosiego marca el ritmo. Y abundan las contradicciones. Se inscribe a un candidato y se le niega la participación a otro, a pesar de ser casos muy similares. No pareciera primar la igualdad de condiciones a la hora de aplicar el criterio. Proliferan las dudas logísticas, desde la falta de servicios sanitarios en los centros de votación, hasta la vulnerabilidad de estos frente a la inminente lluvia del domingo de la primera vuelta.

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“Lo que en realidad pretendo expresar en esta columna es un temor. Y ese temor es que todo este desorden responda a una orquestación maliciosamente planificada. Lo digo incluso de manera más directa: A estas alturas no me extrañaría que  alguien esté buscando que no haya elecciones”.

Súmele a eso la cantidad de droga que aparece en las noticias. Las 26 aeronaves que se presume transportaban mercancías ilícitas en lo que va del año. Los cementerios de avionetas que se pusieron de moda. Y a eso se añade el muerto en Las Gaviotas. O los ataques a autobuses. O las declaraciones afinadas en tono de conspiración en cuanto a que habrá fraude electoral, algo que raya en la irresponsabilidad más cínica y despiadada. Las cortes, por su lado, no abonan en nada para inspirar confianza. O se tardan demasiado en resolver, pese al clamor para que lo hagan a tiempo, o resuelven tan rápido y tan dudosamente que dan margen a pensar pésimo de quienes, según se ve, manejan la justicia a la medida del poder. Estamos a menos de un mes de la cita con las urnas. Nada está claro aún. El desencanto aumenta cada día. Y también el repudio por el proceso. Tal situación no solo se origina en los cambios a la Ley Electoral. Parte del desencanto y del asco que se siente por la política proviene del cavernícola desgobierno que nos ha hundido en la incertidumbre y el abatimiento. Asimismo, de sus aliados incondicionales y obtusos, que los hay de diversos tipos. A los que se suman los crasos errores cometidos por algunos de los que han abanderado la lucha contra la impunidad, que se perdieron en un fallido cálculo del inmediato plazo.

Lo que en realidad pretendo expresar en esta columna es un temor. Y ese temor es que todo este desorden responda a una orquestación maliciosamente planificada. Lo digo incluso de manera más directa: A estas alturas no me extrañaría que  alguien esté buscando que no haya elecciones. Que la democracia sufra una herida mortal. Que el sistema tambalee hasta el punto de poder quebrarse. Es descomunal la frivolidad con la que las élites leen esta coyuntura. Casi a diario suceden episodios sumamente graves y la mayoría de sectores dan la apariencia de no enterarse. La sensación de ir perdiendo una a una las instituciones no alarma ni inquieta a suficientes grupos, y la desvergüenza camina a sus anchas hacia la debacle sin que nadie se le oponga con firmeza.

En el caso de la extorsión de los militares que exigen Q85 mil millones a cambio de “permitir” que haya votaciones, la diputada Nineth Montenegro responsabilizó directamente al mandatario, Jimmy Morales. El secretario de Comunicación Social de la Presidencia, Alfredo Brito, rechazó sus declaraciones categóricamente. Mientras tanto, la papeleta electoral sigue siendo un misterio. Escasa madurez se observa en las voces dirigentes. Llegan más nombres desde Estados Unidos que nos recuerdan lo implacable e infame que ha sido aquí la corrupción. Y en el panorama, lo que se ve son escenarios turbulentos y otros peores. Frente a eso, lo menos bochornoso: Por lo menos pido que haya elecciones. Aunque no sirvan de mucho. Aunque los que tengan opciones de ganar sean, por ahora, más de lo mismo.

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