El Tribunal Supremo Electoral (TSE) convocó oficialmente el viernes pasado a elecciones generales. La convocatoria se realizó en medio de un contexto político complejo, una apatía y desencanto de parte de muchos ciudadanos, y las expectativas sobre la implementación de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP).
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Esta elección está, según varios comentarios que he escuchado, bastante rara. En principio esa percepción está alimentada porque los partidos políticos, a diferencia de lo que sucedía en elecciones anteriores, no desarrollaron una intensa actividad de precampaña, que de paso estaba prohibida por la ley. Esto les servía para posicionarse y darse a conocer frente al electorado.
Ahora está sucediendo algo interesante, en muchos espacios las preguntas más recurrentes son: ¿Quiénes son los candidatos? O bien, se preguntan: ¿A ese partido no lo cancelaron, pues? ¿A quién van a tirar de presidente? Los partidos están muy callados, afirman acompañados de expresiones de duda y asombro.
Esta sensación fue provocada porque los partidos se caracterizan por ser vehículos electorales y aparecen solamente durante la época electoral. La vida partidaria se limita en muchos casos a realizar las asambleas ordinarias que la ley les exige para estar vigentes. No pasan de ahí. Son organizaciones que desaparecen en época no electoral. Si bien les va, por ahí quedan vallas o paredes pintadas con los logos y los nombres de los candidatos que postularon en la última elección.
Este escenario ha motivado a que algunos partidos políticos, frente a los cuestionamientos de porqué están tan desaparecidos y no presentan su posición respecto a los acontecimientos políticos, argumenten que la LEPP se los impide. Que el TSE los puede sancionar por campaña anticipada, o en el peor de los casos, inhabilitar a sus “pre” candidatos.
Las excusas de los partidos muestran que las agrupaciones tienen, por un lado, temor a posicionarse frente a situaciones como las de CICIG, evitando un desgaste y que eso tenga impacto en el apoyo electoral al partido.
Por otro lado, está la debilidad de los partidos en relación a la ausencia de cuadros técnicos y políticos que contribuyan a elaborar posicionamientos del partido frente a los problemas nacionales. Esta variable es más preocupante y desnuda una de las principales debilidades de las organizaciones políticas.
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Los partidos terminan en una posición “cómoda” excusándose en que la LEPP les prohíbe esto o lo otro, cuando en realidad están mostrando miedo e incapacidad para formular posicionamientos o propuestas para solucionar los problemas del país.
No permitamos más excusas y exijamos a los partidos propuestas y soluciones, una campaña de ideas, no de canciones y playeritas. Que nos digan qué irán a hacer en las municipalidades, en el Congreso y en la Presidencia. Que sepan que los cargos no son un cheque en blanco y que cada vez hay una ciudadanía más activa que fiscalizará su actuar.
Necesitamos partidos políticos que tengan la valentía y la transparencia de posicionarse, sin temor, en la dinámica política nacional. Partidos que luego sean coherentes en su actuar. No que nos endulcen el oído con promesas “electorales” que luego incumplen. Tenemos una oportunidad en este proceso electoral. No la desaprovechemos.
¿Qué opina usted?