Esta semana, en la apertura del debate general del 73 período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el presidente, Jimmy Morales, dictó un discurso lleno de muchas mentiras y contradicciones que buscaba desacreditar y deslegitimar a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG).
PUBLICIDAD
El presidente presentó con un tono enérgico y desafiante, acompañado de una actitud agresiva y a la defensiva, las razones por las cuales no renovará el mandato de la CICIG el próximo año y por qué ha solicitado la remoción de comisionado Iván Velásquez al frente de la comisión.
El discurso quedó muy lejos de ser un discurso de Estado en donde se expusieran los principales avances y desafíos que el gobierno tiene al frente de la conducción del país. Los resultados escuetos y descontextualizados que expuso dejan entrever la falta de claridad que prima en el Ejecutivo, que en los últimos meses se ha enfrascado en una agenda contra la CICIG y Velázquez, concentrando todas sus energías y esfuerzos, dejando por un lado las prioridades de país. Basta con hacer una revisión a vuelo de pájaro a la prestación de los servicios públicos y encontraremos crisis y calamidad en la prestación de los mismos.
“La CICIG no ha polarizado a la sociedad guatemalteca, ni mucho menos ha judicializado a la política ni ha politizado la justicia”.
Muy lamentable que el presidente haya utilizado el espacio para hacer una defensa oficiosa de las acciones ilegítimas para desarticular el trabajo de la CICIG, detener la lucha contra la corrupción y la impunidad. No está de más recordar que una reciente encuesta muestra que siete de cada 10 guatemaltecos apoyan la labor de la comisión en el país, y que el gobierno se encuentra en su punto más bajo de aprobación. Esto indudablemente motivado por una profunda decepción de los guatemaltecos que en 2015 le dieron su apoyo en las urnas electorales y hoy se sienten defraudados y traicionados.
Desde una posición débil e irreal, el presidente trató de desvirtuar la realidad exponiendo mentiras y contradicciones, acusando a la CICIG de promover un sistema de terror que ha promovido la polarización, la politización de la justicia y que la comisión se ha convertido en una amenaza a la paz en Guatemala. Incluso mencionó que el terror ha llegado al extremo de nombrar “jueves negros de CICIG” los días en los que se realizaban operativos para capturar a personas señaladas en los casos investigados por esa entidad.
“Muy lamentable que el presidente haya utilizado el espacio para hacer una defensa oficiosa de las acciones ilegítimas para desarticular el trabajo de la CICIG, detener la lucha contra la corrupción y la impunidad”.
La CICIG no ha polarizado a la sociedad guatemalteca, ni mucho menos ha judicializado a la política ni ha politizado la justicia, tampoco ha instaurado un sistema de terror para perseguir a guatemaltecos inocentes. Lo que está pasando es que las estructuras de corrupción incrustadas en el Estado se sienten amenazadas por las acciones y los procesos judiciales, y están utilizando todos los artilugios políticos, legales e institucionales para defender a capa y espada el sistema e imperio de corrupción que los mantiene en el poder, incluso a costas de la misma institucionalidad y democracia en el país. No miden el alcance y las repercusiones de las acciones que han tomado y que nos han conducido a extremos peligrosos.
El objetivo es desarticular los avances que se han logrado, neutralizar y terminar con la CICIG, debilitar el sistema de justicia, reinstaurando el imperio de la corrupción e impunidad. Estamos en un momento crítico para la historia del país. Esto va más allá de Velásquez y la CICIG. Estamos hablando de las posibilidades de fortalecer y no dar marcha atrás con los avances en materia de la lucha contra la corrupción e impunidad. ¿Qué opina usted?