Opinión

Leer e interpretar los tiempos políticos

“Estamos cansados de los políticos que con prácticas clientelistas y corruptas tienen cooptadas las instituciones del Estado para buscar beneficios particulares”.

El proceso electoral está a la vuelta de la esquina. En el escenario están empezando a perfilar de manera informal algunas precandidaturas. Los motores empiezan a calentar y las piezas en el ajedrez a moverse y posicionarse. A diferencia de lo que ha sucedido en elecciones anteriores, el panorama es incierto y priman dudas sobre las candidaturas que competirán.

Este escenario puede ser un espacio propicio para promover una renovación en las estructuras partidarias, las candidaturas y, eventualmente, en las autoridades que sean electas. Esto dependerá en principio de la capacidad que tengan las organizaciones políticas para “leer” los tiempos políticos y hacer los cambios necesarios.

Coloquialmente se espera que la “nueva política” logre sobreponerse a la “vieja política”. Personalmente no me siento muy cómodo utilizando esa dicotomía que clasifica en dos bandos a las prácticas, actitudes, políticos y partidos políticos. Sin embargo, en términos comunicativos y simbólicos es muy efectiva para representar el cambio que se desea en la política nacional.

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Estamos cansados de los políticos que con prácticas clientelistas y corruptas tienen cooptadas las instituciones del Estado para buscar beneficios particulares, dejando por un lado el bien común. Se espera que el proceso electoral sea la oportunidad para que la nueva política logre ocupar espacios políticos. Una generación de liderazgos que recupere el ejercicio político apegado a valores y principios democráticos respaldados con propuestas programáticas.

La posibilidad para que este escenario se concrete y se logre una importante renovación en la clase política depende de algunos factores que deben considerar las nuevas plataformas políticas y aquellas que, interpretando el escenario político, estén renovando sus estructuras partidarias.

Hay factores sistémicos y de cultura política que configurarán una elección diferente con condiciones muy particulares. Un sistema de control y fiscalización más riguroso, un régimen de medios de comunicación que transformará la forma en que los partidos realizarán campaña y promocionarán a sus candidatos, una ciudadanía más vigilante y demandante de propuestas políticas serias que no está esperando canciones ni videos sin sustento.

Por último, un escenario electoral incierto, a diferencia de lo que sucedía antes en donde mucho estaba definido, incluso antes de entrar a la elección. Se acabó la tradición del “ya le toca”. Estas condiciones tendrán más efecto en la elección del presidente y vicepresidente que en la de diputados y alcaldes, elecciones en las que podrían primar con mayor efecto las prácticas clientelares de la vieja política.

En ese contexto, las fuerzas políticas que tengan la capacidad de transformarse y adaptarse a esas condiciones tendrán más probabilidades para ser electoralmente efectivas, y aquellas que se resistan al cambio podrían sufrir derrotas en las urnas. ¿Qué sucederá? ¿Qué harán los partidos? ¿Se logrará la renovación de la clase política?

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