Opinión

El volcán del Presidente

“Es previsible que estallen otros casos de corrupción en los próximos días. El anuncio de la embajada de Estados Unidos del retiro de más de 24 visas es solo el preámbulo”.

El productor cinematográfico Harvey Weinstein estuvo ayer en la Fiscalía de Manhattan. Se le acusa de varios delitos de índole sexual y corre el riesgo de enfrentar una condena de cadena perpetua. Transcurrieron años para que sus presuntas víctimas se atrevieran a referirse de manera pública al tema. Y eso, en un sistema de justicia en el que los índices de impunidad no son de escándalo como los de aquí. Por los testimonios que he leído, en especial el de Salma Hayek, no dudo de que es culpable.

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Ayer, también, la fiscal general, Consuelo Porras, sostuvo una reunión con el excanciller Edgar Gutiérrez, centrada en la denuncia pública hecha por él hace tres semanas, acerca de un supuesto ultraje contra dos mujeres en el que el responsable podría ser el presidente, Jimmy Morales. Ha trascendido que, en los casos en cuestión, dos ministros del actual gabinete pueden resultar vinculados. Todo esto, en medio de una tensión política sin precedentes en la era democrática. Y ello hace temer un colapso de impredecibles consecuencias, capaz de llevarnos a un caos muy peligroso para el país. Es cierto que sin una denuncia formal el Ministerio Público no puede hacer nada. Y que la sola denuncia no basta para considerar culpable al mandatario.

“Es previsible que estallen otros casos de corrupción en los próximos días. El anuncio de la embajada de Estados Unidos del retiro de más de 24 visas es solo el preámbulo”.

El soporte probatorio tendrá que venir de la mano con los testimonios de quienes se hayan sentido abusadas por Morales. En tal sentido, me llama la atención que después de tantos días, y habiendo llegado tan lejos el exministro Gutiérrez en sus señalamientos, la asesoría jurídica del presidente no le haya aconsejado presentar acciones legales por difamación. Las únicas respuestas directas las ha dado el secretario de comunicación social, Alfredo Brito, que ha dicho que no va a contestar basado en “supuestos”, lo cual es comprensible.

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Por su lado, el presidente solo ha manifestado que la opinión pública no debe dejarse llevar por los rumores. Pero no sale a negar categóricamente que se haya aprovechado de su alta investidura para someter sexualmente a jovencitas subalternas, trabajadoras del Estado. Lo que sí he notado es que varios de los netcenteros que suelen defender al Gobierno y denostar la lucha contra la impunidad no se han demorado ni cinco minutos en descalificar e insultar a Edgar Gutiérrez, hasta con el añadido de poner a circular un audio en el que una voz, presuntamente de una prostituta, se refiere al excanciller como un depravado. Estoy de acuerdo con quienes esperan pruebas para condenar al mandatario. He ahí la presunción de inocencia. Está claro que el exministro se juega mucho en este episodio, porque los recursos para atemorizar a las supuestas víctimas abundan, y no sería extraño que, incluso sabiéndose agraviadas por un horroroso abuso, las mujeres ultrajadas no se atrevieran a denunciar. Igual, la sola sospecha de que el atropello presidencial sea verdad, agudiza la polarización ya de por sí cargante que nos agobia.

“Ha trascendido que, en los casos en cuestión, dos ministros del actual gabinete pueden resultar vinculados”.

En esta Guatemala tan contradictoria y cruel del siglo XXI, hasta una depredación sexual puede llegar a ideologizarse. Mientras tanto, el presidente se ve molesto y abrumado en sus intervenciones públicas. Ayer, en un discurso en el Congreso de Turismo, cometió el inoportuno resbalón de decir estas palabras: “Tenemos playas de arena negra y qué rico….Mire… ¿Usted se ha quemado los pies con arena volcánica? Lo invito!! Eso no sucede en ningún otro país”. Aunque obviamente hacía alusión al aspecto turístico de las costas del Pacífico, resulta desafortunado cuando hace menos de 40 días se vivió aquí una tragedia como la de la erupción del volcán de Fuego, cuyo número de muertos aún desconocemos.

Paralelo a lo anterior, es previsible que estallen otros casos de corrupción en los próximos días. El anuncio de la embajada de Estados Unidos del retiro de más de 24 visas es solo el preámbulo. La tensión se intensificará. Las revelaciones de compras onerosas abonan en lo turbio del ambiente. No descarto alguna acción desesperada que venga a complicarnos el panorama. Si el mandatario Jimmy Morales es inocente de los graves señalamientos que le ha hecho el excanciller Edgar Gutiérrez, tendrá una oportunidad de oro para tomar oxígeno y poner en aprietos a sus detractores. Pero si lo que se plantea en las denuncias del exministro es cierto, no veo cómo pueda quedarse en el puesto. No tanto si prospera o si se cae la solicitud de antejuicio que vendría del Ministerio Público o por la tormenta mediática internacional que ello traería consigo. No podría quedarse sencillamente por dignidad. Porque a diferencia de Harvey Weinstein, Morales no corre el riesgo de una cadena perpetua, sino de algo incluso peor: Corre el riesgo del repudio histórico de un pueblo que jamás podría perdonarle el haber desperdiciado la mejor oportunidad que haya tenido, hasta ahora, un presidente durante la era democrática.

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