Opinión

La Guatemala que de verdad vale

“Lamento mucho que, incluso en medio de esta dolorosa emergencia, los mensajes de polarización no hayan parado. La descalificación continuó”.

Vivimos una coyuntura extraña y hasta cierto punto cruel. Estamos en plena tragedia por lo del volcán, las mafias operan sigilosamente para aprovecharse de las distracciones y además empieza el Mundial. El momento se presta para las bajezas políticas. Y aquí abundan los acomedidos para perpetrarlas. Nada ha cambiado. La tregua, si puede llamársele así, solo es una antesala para más enfrentamientos.

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La emergencia como tal apenas comienza. La lluvia trae pésimos augurios y los lahares siguen dando noticia. El Gobierno se muestra en su máxima mediocridad, lo cual no es sorpresa. Ni siquiera un episodio como el de la malhadada erupción alcanzó para subirle el perfil a semejantes funcionarios de cuarta. Casi sin excepciones. Y eso que con hechos así, los gobernantes y sus equipos suelen lucirse cuando se portan a la altura. Esto no sucedió aquí. Me dio pena ajena oír a la canciller, Sandra Jovel, hablando al aire con el sacerdote salvadoreño Edwin Baños, que había pasado 12 horas en una frontera con 15 toneladas de ayuda para los damnificados sin que hubiera una autoridad que por lo menos se comunicara con él para explicarle que había trámites pendientes para que su acción humanitaria llegara a destino. Entiendo que, como dijo la ministra Jovel, la administración estaba desbordada por lo ocurrido, pero teniendo la oportunidad de salir más que airosa del asunto, lo que hizo fue tratar al religioso con un desdén y una altanería que no corresponden a una titular de la diplomacia de un país. Ella es el reflejo de un Gobierno colapsado. El de Jimmy Morales. Ese mismo Gobierno que tolera en el gabinete a cínicos confesos como Alfonso Alonzo, que no tiene recato para ir al Congreso o a los medios a poner de manifiesto su incompetencia, pero que igual no es cesado por su jefe de la cartera que dirige, la de Ambiente, como que si el tema no fuera crucial para una sociedad con un mapa tan amenazado por el cambio climático.

“Lamento mucho que, incluso en medio de esta dolorosa emergencia, los mensajes de polarización no hayan parado. La descalificación continuó”.

No tengo suficientes elementos como para determinar si la evacuación de las comunidades en las faldas del coloso fue más lenta de lo que debió. Pero la comunicación posterior ha sido, como mínimo, fallida y vacilante. Más que por la propia Conred, por la falta de un líder confiable y con personalidad. Vuelvo a referirme al presidente Jimmy Morales. De poco le sirve esa flamante voz de locutor si lo que dice inspira tanto rechazo. A lo que suma el innecesario error de su esposa, al ir a hacer voluntariado a los centros de acopio. Critico especialmente su paso por el Aeroclub, donde generó desgaste y rechazo entre varios de los que allí donaban su tiempo y sus energías para apoyar a las víctimas. ¿Acaso no había otras cosas qué hacer desde la Sosep? Como oí decir ayer al exgobernador de Florida Jeb Bush: “En ocasiones como estas es cuando uno espera que el Gobierno funcione”. 

La situación en los albergues es preocupante. No por la presente semana, sino por las que vienen. Con la furia del futbol ya en pleno auge, muchos se olvidarán de las penalidades de aquellas familias que lo perdieron todo. El promedio de raciones diarias que se sirven es de 10 mil. Lo que implica un arduo trabajo y necesidad de insumos. Pero igual confío en que el espléndido corazón de los guatemaltecos no caerá tan pronto en la apatía de la inercia. Propongo para ello que la gente se organice por vecindario, por grupos de oficina o por amistades comunes para no detener la solidaridad con las familias más golpeadas por esta tragedia.

“El Gobierno se muestra en su máxima mediocridad, lo cual no es sorpresa. Ni siquiera un episodio como el de la malhadada erupción alcanzó para subirle el perfil a semejantes funcionarios de cuarta”.

Paralelo a eso, es preciso e imprescindible no quitarle el ojo a quienes han demostrado ser enemigos del cambio y proclives a la impunidad. Vigilarlos. Mantenerlos contra las cuerdas. Los tres poderes del Estado pueden meternos goles, valiéndose de la histeria colectiva que trae consigo el Mundial. Goles mayores. Goles implacables. Goles corruptos.

Lamento mucho que, incluso en medio de esta dolorosa emergencia, los mensajes de polarización no hayan parado. La descalificación continuó. Como escribí antes, la tregua, si puede llamársele así, solo es una antesala para más enfrentamientos. La tristeza se percibe en la respiración de todo el país. Infinidad de lágrimas han rodado desde el domingo 3 de junio. Y sin embargo, algo bueno se saca de toda la congoja sufrida. Hablo de ese aplauso en un restaurante que, de manera espontánea, se le dio a un grupo de bomberos. Eso representa la Guatemala que nos da esperanza. Tanto por los ovacionados como por los que reconocieron su heroica labor. Esa es la Guatemala que realmente vale y que de verdad defiende los colores de nuestra bandera. Esa es la Guatemala que puede sacarnos de la mediocridad que tanto nos ofende y nos indigna en estos días.

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