Opinión

El zarpazo

"Hablan del golpe de Estado técnico que, según ellos, se fragua contra el presidente, pero jamás hacen alusión al que maquinan para sacudirse, como sea, a Thelma Aldana y a Iván Velásquez".

Entre los actos más despreciables de la humanidad figura el de aprovecharse del dolor ajeno para fines personales. Se pintan de cuerpo entero quienes lo hacen. Y se ven infames, por decirlo sin estridencias. Me refiero al caso de los Bitkov. ¿De verdad cree alguien que su historia conmueve y preocupa a quienes la usan para atacar al Ministerio Público y a la CICIG? No, no los conmueve. Ni les preocupa. Pero les sirve. Y si no pudieran utilizar el argumento de su drama para golpear a la lucha contra la impunidad, esa familia rusa podría pasarse el resto de su vida en la cárcel, que jamás sería objeto de su atención. He ahí la bajeza. Mas no es la primera. Ni la única. Ni la última. Es una forma de actuar. Una manera de ser. Una conducta. 

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Hablan del golpe de Estado técnico que, según ellos, se fragua contra el presidente, pero jamás hacen alusión al que maquinan para sacudirse, como sea, a Thelma Aldana y a Iván Velásquez".

¿Cómo negar que Guatemala ha cambiado desde 2015 y que ahora el brazo de la justicia empezó a alcanzar a todos? ¿Quién puede oponerse a tal cosa? ¿Por qué en vez de hacer señalamientos puntuales a las pifias del proceso, innegables algunas, lo que pretenden es destruir todo y volver a ese pasado primitivo de privilegios y de abuso de poder? ¿Será que la urgencia de impunidad los corroe y los enceguece hasta el punto de no avergonzarse por defender lo indefendible? ¿Cómo tomar en serio esos decimonónicos argumentos de nacionalismo y soberanía, cuando muchos de quienes los vociferan soñaron (y sueñan) desde siempre con ser estadounidenses o europeos? En realidad no creo que les importen los posibles inocentes que guardan prisión preventiva o aquellos que son víctimas de una condena mediática. Para nada. Les incumben otros. Y por ello abogan y reclaman por los seguros culpables que ya cayeron o que están por caer. Y eso tampoco les da vergüenza. Usan los chats, el WhatsApp y las redes sociales para infundir miedo de que “una Venezuela está cerca”, pero ven con ojos amables y aquiescentes una manifestación obviamente arreglada para darle un “baño de masas” al mandatario, como que si Maduro no hiciera lo mismo cuando quiere mostrar “fuerza” y amedrentar a la oposición. Y claro: se afanan en desacreditar a la prensa independiente. La consideran enemiga y vendida. Y la insultan y la vilipendian. Y mueven cuanto está a su alcance para asfixiarla económicamente. Y celebran la sumisión de los medios que hacen eco de sus proclamas, sean estos de derecha o de izquierda. Ahí no importa la ideología. Hasta los (que juegan a) comunistas son buenos ahí. Útiles como los Bitkov.

Hablan del golpe de Estado técnico que, según ellos, se fragua contra el presidente, pero jamás hacen alusión al golpe de Estado rudo que maquinan para sacudirse, como sea, a Thelma Aldana y a Iván Velásquez. La estrategia es tipo Goebbels. Y abundan los nazis detrás. Esos que no ven mal los exterminios y que, sin recato, repiten las peores mentiras para confundir a la población y crear divisiones entre amigos y hermanos.

¿Cómo tomar en serio esos decimonónicos argumentos de nacionalismo y soberanía, cuando muchos de quienes los vociferan soñaron (y sueñan) desde siempre con ser estadounidenses o europeos?"

Me alegra, sin embargo, que cada vez haya más y más gente –de derecha y de izquierda–, entre empresarios, artistas, estudiantes, deportistas, jóvenes, profesionales y gente de cualquier sector social que está haciendo convergencia en el terreno de la sensatez y del verdadero amor patrio.

No propongo extenderle un cheque en blanco ni al MP ni a la CICIG ni a nadie. La vigilancia debe aplicarse a todos. Pero con buena fe. Sin agendas turbias. Sin odio. Sin señalamientos trasnochados de “mcarthismo de cuarta”.

Es estimulante y motivador que, en un país donde no es común que un funcionario público se retire de su puesto con aplausos, la fiscal general rinda cuentas con tanto éxito como ayer.

Momento crucial fue el de la entrega de la memoria de labores a la próxima titular del Ministerio Público. Estoy seguro de que la doctora Consuelo Porras sintió el inmenso compromiso que adquiere y la enorme oportunidad que recibe. A ella no le doy el “beneficio de la duda”, sino el de la esperanza. Su desafío es histórico.

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E insisto en hacer notar la argumentación inhumana que se arma a partir del dolor ajeno, cuando se aprovecha para fines aviesos. Hablo del drama de los Bitkov, cuyas penas de cárcel parecen exageradas, aunque sea oportuno recordar que cometieron un delito. Al respecto, gran respuesta la de los migrantes guatemaltecos que le exigen ahora al senador Marco Rubio que se comporte con ellos con el mismo esmero que le dedica a la familia rusa. Lo cual no hará, claro.

La tensión que vivimos no es sana. Sufre la economía y no caminan las políticas públicas. El Congreso no se mueve más que para conspirar. Se deteriora la confianza en las instituciones. Es hora de dialogar seriamente, sin que eso implique impunidad. Antes de que sea tarde. Un zarpazo como el del 27 de agosto nos mandaría directos a la lona. Estamos cerca de ser Venezuela. Evitemos, por el amor de Dios, convertirnos en Nicaragua.

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