Opinión

Cambios para no cambiar

"Circulan rumores sumamente alarmantes de posibles intentos de romper la lucha anticorrupción con manotazos autoritarios y primitivos".

Aquí, la destitución de la cúpula policial ya es noticia vieja. Sin embargo, la vigencia de sus efectos se mantiene. Y sus posibles repercusiones, también. No hubo una argumentación convincente del ministro Enrique Degenhart para explicar los cambios. Alguien me dirá que el funcionario no tiene por qué justificar sus decisiones. De lo cual yo discrepo. El titular de Gobernación no puede preguntarle a cada ciudadano si está de acuerdo o no en cada paso que da en materia operativa. Pero cuando se trata de un movimiento mayor, es fundamental que no deje dudas. Nery Ramos y Stu Velasco son dos policías jóvenes que hubiesen podido darle mucho más a la institución. De hecho, no recuerdo un equipo al mando de la PNC que haya gozado de más respeto.

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Circulan rumores sumamente alarmantes de posibles intentos de romper la lucha anticorrupción con manotazos autoritarios y primitivos".

Prueba de ello, el respaldo casi unánime que recibieron de los sectores empresariales, sociales, académicos y periodísticos. Reacciones como las de Cacif, Agexport y Fundesa, sumadas a las de los tanques de pensamiento, por citar solamente algunas, dan cuenta de la preocupación y del rechazo que trajo consigo dicha acción. En tal sentido, no son buenas noticias para el Gobierno lo que ocurrió la semana pasada. Porque a eso se añade el Frente Ciudadano contra la Corrupción, en el que convergen varios personajes y sectores con una visión no necesariamente compartida de cómo desarrollar el país, pero sí muy definida en el ánimo de concretar una alianza estratégica que impida un desaguisado contra el MP y la CICIG. Igual, el pulso sigue. Y mientras más se aproxime la elección del nuevo fiscal general, las tensiones irán creciendo.

Falta ver si las remociones en los altos mandos de la PNC no se traducen en zancadillas para el actuar de la justicia, o hasta en acciones represivas a la usanza de los tiempos más tenebrosos de Guatemala. Ojala, no. Sería el colmo de los retrocesos en un momento en el que el futuro se ve tan claro. Es oportuno no ignorar que los cambios se hicieron el día antes de que la embajadora de Estados Unidos en Nacionales Unidas, Nikki Haley, iniciara su gira de observación por el país. Eso hace suponer que: o se trataba de un abierto y torpe desafío a lo que pudiera venir con dicha visita, o bien de la muestra de un músculo recién asegurado en la reciente plática entre mandatarios.                                  

La nota de “Reuters” refleja un respaldo casi total para Thelma Aldana y especialmente para Iván Velásquez de parte de Nikki Haley. Sus comentarios en cuanto a que la Comisión no debe politizarse son válidos y hasta necesarios. Sin embargo, cuando afirma que la CICIG debería trabajar como el FBI, es decir, de manera silenciosa pero efectiva, no sugiere, según yo, que se suspendan las conferencias de prensa. Es más, hasta he llegado a creer que el mensaje era más para el FBI que para la misma Comisión. Pero de eso nos enteraremos a cabalidad en las próximas semanas. No veo lógico ni aceptable que se vede a la gente de conocer los procesos por corrupción que se siguen en esta cruzada. Porque si se limitara la libertad de acceso a una información que es pública por naturaleza, la lesión a nuestro derecho de informar y de ser informados se vulneraría de manera infame. Es muy importante que el sistema de justicia y la sociedad en general generen la infraestructura para evitar el desfile mediático de quienes son capturados, no solo en los casos de la CICIG, sino en todos.

El titular de Gobernación no puede preguntarle a cada ciudadano si está de acuerdo o no en cada paso que da en materia operativa".

La detención de un supuesto rufián de cualquier índole siempre será noticia. Subrayo el “supuesto”. Nadie es culpable hasta que no es oído y vencido en juicio, aunque en Guatemala sepamos con grandes certezas que buena parte de quienes caen en casos de saqueos y de sobornos merezcan la cárcel sin contemplaciones. Vuelvo a hacer hincapié en dos palabras: “buena parte”. Porque no son todos.

Circulan rumores sumamente alarmantes de posibles intentos de romper la lucha anticorrupción con manotazos autoritarios y primitivos. Hay información que adelanta escenarios descabellados e insensatos. Sin embargo, después de lo ocurrido el 27 de agosto del año pasado, con el triste y penoso episodio de declarar “non grato” al titular de la CICIG, aprendí a no desestimar los alcances que la actual administración puede llegar a tener. Pese a ello, confío en que alguien guarde aún la cordura entre quienes aconsejan detener, a cualquier precio, el paso de la historia. Concretar esa sandez sería un monumental error. Y hasta me atrevo a pronosticar que resultaría incluso más dañino para aquellas fuerzas oscuras que buscan darle el tiro de gracia a este esfuerzo por lograr un porvenir para nuestras futuras generaciones.

Todo se relaciona en esta Guatemala nuestra. Son evidentes los afanes del gobierno por sacar a la CICIG, pero no hubo una sola acción contundente para dar esperanza en el tema de evitar accidentes tan terribles como el de la ruta Interamericana. En ese caso faltó un liderazgo vigoroso que le diera alivio a la población. Un liderazgo resuelto que se comprometiera a prevenir seriamente esas tragedias. Pero nunca llegó. No se ve por ningún lado ese liderazgo en el Ejecutivo. Qué pena.

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