Opinión

Combate a la corrupción

"Debemos trabajar en una estrategia de transformación del país con una visión clara de hacia dónde deseamos ir".

La semana pasada Acción Ciudadana publicó el “Índice de Percepción de Corrupción de 2017”, dato que se presenta a nivel global por Transparencia Internacional. Lamentablemente, Guatemala se encuentra en el lugar 143 de 180 países en este índice (en Latinoamérica se posiciona tan solo antes de Nicaragua, Haití y Venezuela). Lo dramático es que, desde 1996 que este índice se publica, nos encontramos en la peor posición y, de un año a otro, pasamos del lugar 136 al 143.

Luego de la corta primavera que vivimos en 2015 y el inicio de la persecución penal de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público (MP), poco hemos trabajado en una verdadera estrategia de país para combatir la corrupción y transformar nuestra forma de hacer política y gobernar.

"Debemos trabajar en una estrategia de transformación del país con una visión clara de hacia dónde deseamos ir".

Hace varios años se formó la Coalición por la Transparencia, alianza estratégica integrada por Acción Ciudadana, la Cámara de Comercio de Guatemala y el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN). En 2002 se advirtió de los desafíos que la corrupción representaba para el país, debido a la forma como se estaba manejando el sector público, especialmente la falta de planificación, transparencia y mérito para ocupar un cargo, escasos sistemas de fiscalización para el manejo de los fondos y una debilidad institucional de los órganos de control. Se señalaba y repudiaba la corrupción, pero de allí no se pasaba.

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El gobierno del FRG tenía un ambicioso proyecto político que implicaba pasar sobre cualquier cosa con tal de llevar al general Efraín Ríos Montt a la presidencia. La corrupción alcanzó niveles insospechados. Se comenzaron a manipular inclusive los procesos de elección de jueces, fiscales y contralores. Cooptaron las instituciones. Se enquistaron mafias dentro de los ministerios y el gobierno cerró toda posibilidad de rendir cuentas.

El no tener mayoría en el Congreso creó una dinámica perversa entre el Ejecutivo y el Legislativo. Pronto, algunos diputados usaron su puesto para chantajear y coaccionar a los ministros y funcionarios. Se convirtieron en caciques de su territorio. La ilusión de descentralizar el gobierno solo se tradujo en transferencias de recursos para obras a las municipalidades y fondos sociales, sin ningún tipo de seguimiento de los resultados. Los alcaldes comenzaron a contratar operadores para su campaña política bajo el rubro de personal de “salud” y “educación”, sin control alguno de calidad, para que después de reelectos “obligar” al gobierno central a absorber el salario de sus colaboradores. Muchas de las obras no se destinaban a los ciudadanos, ser ministro era una pesadilla debido a la presión que ejercían los diputados para favorecer la corrupción en componenda con los sindicatos del sector público, todo con tal de ganar la siguiente elección. Quien se negara a estas prácticas era tachado de poco político, cerrado y hasta de tonto.

"La corrupción alcanzó niveles insospechados. Se comenzaron a manipular inclusive los procesos de elección de jueces, fiscales y contralores. Cooptaron las instituciones".

La “cosa” empeoró. La renuncia de Otto Pérez y la de Roxana Baldetti fue un parteaguas para el país. Sin embargo, aún no hemos sido capaces de modificar el sistema. El miedo a ser sujeto a una investigación por el MP y la CICIG, y la cantidad de funcionarios y personas privadas de libertad no ha sido suficiente para un cambio. Debemos trabajar en una estrategia de transformación del país con una visión clara de hacia dónde deseamos ir. Esta debe iniciar por el actuar de cada uno de los guatemaltecos, basado en nuevos principios como el mérito, la honradez, el bien común, el respeto, el pensamiento a largo plazo y la solidaridad; no basado en el dinero, el amiguismo ni el “sálvese quien pueda”. El gobierno requiere de reformas en gestión, servicio civil, compras, entrega de servicios a los ciudadanos y controles.

Al igual que un sistema político, de nada sirve pasar el machete y volarse la mala yerba si no se arrancan las raíces. Se debe preparar la tierra para que de las semillas sanas germinen nuevas plantas.

¿Qué entiende por combate a la corrupción? ¿Cómo hacer los cambios al sistema? ¿A quiénes les compete esta tarea?

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