Opinión

Un pacto fiscal

"A nadie le gusta pagar impuestos. A mí no me agrada. Tampoco a usted. Ni al presidente. Ni al alcalde. Ni siquiera al funcionario que los cobra".

A nadie le gusta pagar impuestos. A mí no me agrada.  Tampoco a usted. Ni al presidente. Ni al alcalde. Ni siquiera al funcionario que los cobra. Así es la humanidad. Pero es peor cuando la moral tributaria está por los suelos. Como aquí, por ejemplo. Aquí donde los servicios públicos son deficientes. Donde las carreteras dañan el automóvil y causan tragedias. Donde la educación no cumple con los estándares mínimos de calidad. Donde los hospitales hacen milagros para atender a los pacientes. Me imagino que si yo fuera francés y usted alemán tendríamos otra visión del tema. Con todo, no es aceptable que la gente ponga de pretexto la insaciable y asquerosa corrupción para evadir sus obligaciones fiscales. Eso de que “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón” no es válido ni lo será en este aspecto. Me impresiona que el titular de la Superintendencia de Administración Tributaria, Juan Francisco Solórzano Foppa, afirme que una estructura de 150 empresas de cartón ha defraudado al Estado de Guatemala por Q21 mil millones en 10 años. Resulta espeluznante solo calcularlo. Especialmente cuando se añade otro dato: una de esas compañías de fachada facturó Q200 millones y pagó Q15 de IVA. No Q150. Ni Q1,500. Ni Q150 mil, sino Q15. Así de absurdo y de criminal. Ahora que se publicó la lista de esas “facilitadoras de evasión”, de seguro habrá innumerables empresarios que estarán, o arrepentidos de haberse prestado al juego, o aterrados de haber caído en una trampa. Como consuelo, uso de nuevo datos proporcionados ayer por el titular de la SAT.

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A nadie le gusta pagar impuestos. A mí no me agrada.  Tampoco a usted. Ni al presidente. Ni al alcalde. Ni siquiera al funcionario que los cobra".

En materia de impuestos, si la gente cancela la deuda, no enfrenta mayor problema. “Si usted paga, no va a la cárcel”, dijo Solórzano Foppa. “Le darán una palmadita en la espalda y después le dirán que se porte bien”. Así funciona, según él, nuestro sistema. El conflicto surge y se agrava cuando son millones de quetzales los robados al fisco. Porque a veces son tantos esos millones que ni los mismos millonarios son capaces de disponer, de un solo, de la suma que dejaron de tributar. En el ISR se aceptan 18 pagos. En el IVA, es preciso cancelar de inmediato. Pero en el fondo de este conflicto también cuenta la reputación. Hay empresas que cotizan en bolsa, y que un escándalo de este tipo les afecta profundamente. Igual, si se ponen al día, existe la manera de seguir adelante. No es secreto que, a partir de los casos más sonados, hubo muchos contribuyentes que regularizaron su situación. De eso se trata, en realidad. No  No podemos hacer viable al país, si no fortalecemos al Estado. Aunque haya voces señalando a Solórzano Foppa de “terrorista fiscal” y de encabezar una entidad que aún alberga a muchos empleados corruptos, nunca antes habíamos experimentado un proceso tan contundente en materia de combate a la evasión. En tal sentido, poner orden no lo veo como un abuso, siempre y cuando la autoridad tributaria se abstenga de usar el poder para intimidar a enemigos políticos por medio de una persecución selectiva. Eso, hasta donde tengo conocimiento, no ha ocurrido.

En materia de impuestos, si la gente cancela la deuda, no enfrenta mayor problema. ‘Si usted paga, no va a la cárcel’, dijo Solórzano".

En cuanto a empleados a sueldo que aún operan en la SAT, considero que el proceso de depuración durará años, y pasará un buen rato antes de que la discrecionalidad deje de ser usada con fines extorsivos, o bien para favorecer el tráfico de influencias. Es un trabajo de mediano y de largo plazo. Y pasa también por lo que el titular de la SAT mencionó ayer en la radio. Necesitamos un pacto fiscal. Un acuerdo mínimo, pero efectivo, que vaya mucho más allá de fijar un porcentaje para la carga tributaria, o bien para ampliar la base, lo cual es asimismo impostergable. Aquí aún estamos a tiempo de prevenir varias catástrofes. Basta ver el triste panorama de nuestro vecino Honduras para comprender hasta qué punto la irresponsabilidad de los políticos, bajo la aquiescencia cómplice y apática de una sociedad, permiten que un país se vaya al abismo por asuntos totalmente evitables.

A nadie le gusta pagar impuestos. A mí no me agrada.  Tampoco a usted. Ni al presidente. Ni al alcalde. Ni siquiera al funcionario que los cobra. Pero solo consolidando una institucionalidad duradera y confiable podremos aspirar a ser un país con la suficiente viabilidad como para respirar a nuestras anchas, sin miedo a la asfixia inducida o al estrangulamiento sistemático. De ahí que sea bueno, y hasta urgente, hablar de un pacto fiscal.

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