El proceso electoral de Honduras dejó interesantes lecciones para Guatemala y los países de Latinoamérica. Las jóvenes democracias de la región enfrentan desafíos en medio de contextos de pobreza, desigualdad y una acentuada pérdida de confianza y credibilidad en las instituciones, principalmente en los partidos políticos.
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La primera lección es promover espacios democráticos de participación y organización política. Los ciudadanos en la región perciben que las posiciones políticas están ocupadas por los mismos de siempre. Por ello, se insiste en abrir la participación para renovar cuadros políticos y partidarios. Los latinoamericanos sentimos que los políticos nos han dado la espalda y se han olvidado de que la política es el arte de gobernar para solucionar los problemas que enfrentan nuestras sociedades.
La ciudadanía quiere una política distinta, alejada de la corrupción, el nepotismo y los abusos a los que nos han acostumbrado".
El mensaje es claro. La ciudadanía quiere una política distinta, alejada de la corrupción, el nepotismo y los abusos a los que nos han acostumbrado, en donde los políticos se benefician del poder. Y esta crisis está presente en toda la región. En países con índices de democracia estable como Chile, y en países con fragilidad institucional como Guatemala. La clase política es fuertemente cuestionada en cada uno de los rincones de América Latina. Nadie se salva.
Los partidos políticos entraron en un proceso acelerado de deterioro que afecta su legitimidad y representatividad. Esta crisis se ve reflejada en resultados electorales en países que se caracterizaban por tener partidos sólidos e institucionalizados como Honduras, en donde se está rompiendo el bipartidismo de los últimos cien años. Ya que partidos nuevos están capitalizando el apoyo electoral que los viejos partidos han perdido.
Otra lección interesante que deja el proceso electoral en Honduras es la necesidad de fortalecer los mecanismos de control y fiscalización del financiamiento partidario, principalmente el de campaña. El país vecino implementó una serie de medidas que redujeron significativamente el gasto de propaganda partidista, a través de techos diferenciados y otros mecanismos de control. Esto es importante porque como bien dicen por ahí: “no hay almuerzo gratis”.
Esta crisis se ve reflejada en resultados electorales en países que se caracterizaban por tener partidos sólidos e institucionalizados como Honduras, en donde se está rompiendo el bipartidismo de los últimos cien años".
Un sistema de control y fiscalización trae beneficios para evitar el financiamiento electoral ilícito, que condiciona las decisiones de los políticos; y a su vez, también puede facilitar la organización y participación política, principalmente si los techos de gasto promueven que se gaste menos en las campañas, y eso permita que más personas puedan participar, sin millonarias sumas de dinero.
Por último, la tercera lección está relacionada con la elección de los diputados al Congreso hondureño. Ellos utilizan un sistema de listas abiertas que permite votar por los candidatos de manera directa. A decir de varios analistas hondureños esto ha permitido una renovación partidaria. Ya que candidatos que en sistemas de lista cerradas no tenían probabilidades para lograr un curul en el Congreso, lo logran con la apertura de las listas. Incluso, aseguran que la competencia interna en los partidos se ha democratizado y que este sistema motiva a que los candidatos presenten propuestas, y no solo se queden sentados de brazos cruzados esperando a que el partido logre los suficientes votos para que ellos puedan entrar.
Lamentablemente los aspectos positivos de la incorporación de nuevos partidos, los mecanismos de control y fiscalización, como los efectos de las listas abiertas se quedan opacados por una elección altamente cuestionada por una lenta y dudosa transmisión de resultados electorales a nivel presidencial. En la región aparecen los fantasmas de fraude electoral que empaña y debilita a nuestras democracias, generando efectos negativos en materia de legitimidad y gobernabilidad. ¿Qué desafíos enfrenta la democracia en Latinoamérica?