Opinión

No nos va a salir barato

“Recién pasó el fin de semana en el que el consumo es salvaje. Es decir, para los que pueden gastar o para quienes sencillamente aprovechan las ofertas”.

Recién pasó el fin de semana del consumo irracional. Descuentos y facilidades de pago, con fondo de villancicos acaramelados. Algunos en jazz, otros en bossa nova.  Estacionamientos donde no cabe un alfiler. Gente arrebatándose las prendas y los electrodomésticos a supuestos precios de ganga. El comerciante que respira, ya sea porque cumplió su meta, o bien porque logró liberar inventarios. De todo hay en este juego de intercambios.

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Le tomo la palabra a una muy querida amiga, cuya expresión no puede ser más elocuente y asertiva: Aguas con lo que intenten aprobar entre Navidad y año nuevo”. Y tiene razón, porque eso, más que Black Friday, puede ser un Black Year".

Recién pasó el fin de semana en el que el consumo es salvaje. Es decir, para los que pueden gastar o para quienes sencillamente aprovechan las ofertas. O para quienes sienten que existen solo cuando compran, o para aquellos cuyo único paseo imaginable es ese, tan rutinario y repetitivo, del invariable centro comercial. Sin embargo, la tentación que se pone a circular con el Black Friday no solo convoca a los que disponen de suficiente respaldo económico. También hace incurrir en resbalones a infinidad de incautos que no son capaces de abstraerse de las trampas del sistema. Es evidente que abundan los que ponen a sudar a la tarjeta para no quedarse atrás. Los que se endeudan a lo terrible para compensarse alguna carencia emocional no resuelta, o que se consideran malos padres si no le regalan “aunque sea algo” a sus hijos. Es historia vieja. Pero vista con ojos críticos puede llegar a ser dramática. Y fácil es escribirlo cuando a uno no le falta nada. Porque consumir es agradable. No es la felicidad ni la plenitud que pretenden vendernos, pero satisface los instintos aprendidos, si tal cosa existe, en un alegrón momentáneo. De sobra se sabe que invertir en momentos es mucho más sano. Entre comprarse una camisa y convidar a la familia a una experiencia, lo segundo deja un suspiro permanente que llena e ilumina a fondo. La camisa sirve para lucirla. Los momentos se lucen por lo que sirven. Comprar no es pecado. Pero hacerlo tontamente sí es una considerable pifia.

Me crispan los nervios quienes adquieren lo que no necesitan y por ello sacrifican sus urgencias más básicas. Los que se van de juerga a costa de no pagar la renta. Los que son espléndidos en la calle con las amistades, pero encabezan la lista de morosos en el colegio de los hijos. Los que andan a la súper moda y deben hasta el modo de andar. Todo eso se ve en la vuelta del Black Friday. Eso y más. No faltan las “familias perfectas” que solo lo son de apariencia. Tampoco las disfuncionales que a veces resultan menos enfermas de lo que parecen. Se ven por todas partes los solitarios empedernidos que se hacen acompañar de paquetes para disimular sus vacíos de abismo. En la temporada caben ellos y los demás. Es la historia de cada año. El bullicio del centro comercial aturde y apabulla. Y uno se encuentra con amigos, conocidos y otras hierbas. Mientras tanto, cerca o lejos de allí, los hilos de la política sucia no dejan de moverse. El pacto de corruptos no descansa ni se distrae. Y aunque también sale de compras, no se expone a la muchedumbre que rodea a las vitrinas. Porque lo que compra son voluntades y votos. O resoluciones. O silencios. O netcenteros. Y no le escasea el dinero para ello. Ni el cinismo.

Recién pasó el fin de semana en el que el consumo es salvaje. Es decir, para los que pueden gastar o para quienes sencillamente aprovechan las ofertas".

Recién pasó el fin de semana del consumo irreflexivo. Innumerables deudas quedarán para el próxima estado de cuenta. Los villancicos durarán lo que dure la temporada, y duro será que la temporada se acabe. Pero para los que se aferran a sus componendas y a sus negocios turbios, este disfraz de respiro les vendrá como anillo al dedo para anestesiar la atención que se centra en ellos. Le tomo la palabra a una muy querida amiga, cuya expresión no puede ser más elocuente y asertiva: “Aguas con lo que intenten aprobar entre Navidad y año nuevo”. Y tiene razón, porque eso, más que Black Friday, puede ser un Black Year. Y ese, aunque parezca estar en oferta, no nos va a salir barato.

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