Quiero compartir unas ideas que me quedaron dando vueltas en la cabeza luego de que participé en el primer festival de Gobierno Abierto en Guatemala como moderador en un panel que reflexionó sobre la importancia de promover la transparencia en las instituciones públicas.
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La idea era discutir sobre el papel que tiene la ciudadanía en la construcción de una sociedad más incluyente y democrática, partiendo de que la fiscalización y los procesos de rendición de cuentas, que se impulsan desde organizaciones sociales, permiten alcanzar ese objetivo. Claro, las acciones de control y fiscalización no son las únicas que se deben realizar, pero se considera que contribuyen potentemente a ese propósito.
"El desafío está en consolidar los procesos organizativos que se están gestando en todo el país y promover la creación de otros para que cambie la cultura política y organizativa de la sociedad".
El interés era lograr profundizar en las lecciones que nos han dejado las experiencias de organizaciones, principalmente desde las jornadas de manifestación del año 2015, y ver cómo estos esfuerzos organizativos pueden converger para construir una institucionalidad más transparente.
La primera de las ideas que me quedó grabada en la mente fue la necesidad de promover, para consolidar el cambio, la organización y participación política. Es decir, dejar por un lado esa vacía idea que la ciudadanía solamente sale a manifestarse y que debido a la “diversidad” de actores que asiste a la plaza no logra articularse y generar esfuerzos unificados con objetivos claros. Es evidente que las manifestaciones no han sido un espacio homogéneo, y eso al final del día ha sido una de las mayores fortalezas.
Por otro lado, también hay que rechazar el argumento que lo único que quedó de las manifestaciones de 2015 son fotos publicadas en Twitter y Facebook, además de los recuerdos guardados en el corazón de todos los que asistimos. O bien, esa idea de que, como ya no se han organizado manifestaciones “masivas” como las que vivimos hace dos años, todo está perdido. ¿Que se pretende? ¿Que pasemos en manifestación permanente? Eso es ilógico e insostenible.
Estas ideas alimentan una visión bastante limitada y poco apegada a lo que implica para una sociedad pos- conflicto, volver a articular y construir una organización social. Al contrario de lo que se ha criticado, muchos esfuerzos de organizaciones en las áreas urbanas y rurales del país se han intensificado luego del 2015. Si bien algunos de ellos se están consolidando, no se puede negar que existe una red de actores e instituciones que interactúa de una manera más intensa y fructífera. Prueba de ello fue la manifestación del 20 de septiembre de este año.
"También hay que rechazar el argumento que lo único que quedó de las manifestaciones de 2015 son fotos publicadas en Twitter y Facebook".
Por ello, el desafío está en consolidar los procesos organizativos que se están gestando en todo el país y promover la creación de otros para que cambie la cultura política y organizativa de la sociedad. La ciudadanía debe organizarse y participar políticamente. Esa es la vía para transformar la política de transas, negocios y corrupción para revalorizar el ejercicio político apegado a principios, valores y programas. Una política con prácticas distintas.
La esperanza está viva y late fuertemente en muchas de las iniciativas que están naciendo y creciendo. Otra Guatemala es posible. Necesitamos que la fuerza social transite de la manifestación a la organización y participación. En ese contexto encaja perfectamente, como una condición necesaria pero no suficiente, una reforma electoral que facilite la organización y participación política. ¿Qué opina usted?