Usted, sin temor a equivocarme, en estos días ha escuchado, cada vez con más fuerza, que necesitamos reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP—. El cambio lo hemos venido pidiendo desde hace mucho tiempo. Hay que reconocer que el año pasado se aprobó una reforma importante, pero que dejó en el tintero varios aspectos que son necesarios para mejorar nuestro sistema de elección y representación.
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La demanda de reforma electoral vuelve a la discusión pública porque, nuevamente, entramos en una crisis política provocada por las lamentables decisiones que recientemente han tomado en el Congreso y en el Ejecutivo. Acciones que evidencian un interés por promover la impunidad y la corrupción en el país.
Y estas acciones han sido rotundamente rechazadas en las manifestaciones en donde se exige, entre otras cosas, la renuncia de los diputados y el presidente y una reforma electoral. La última exigencia es para solucionar el problema de representación, un problema político que se tiene que resolver por esa vía, políticamente. La reforma legal es necesaria pero no suficiente.
Por esa razón, se piden reformas a la LEPP, para que cambien las reglas del juego y podamos tener un sistema electoral más democrático y representativo. El cambio no vendrá solo al modificar la normativa, sino que necesita que la participación y el involucramiento de nuevos actores y nuevas prácticas, apoyados por un marco institucional más democrático, que renueve y oxigene a la clase política.
La ventana de oportunidad para aprobar la reforma se abrió y podemos aprovecharla construyendo una propuesta de reforma que logre atender las principales demandas de la ciudadanía, que está pidiendo una transformación profunda del sistema político electoral. Para ello, desde mi perspectiva se deben, al menos, hacer cambios en dos dimensiones del sistema: la forma en que se postulan los candidatos y la forma en que se eligen los diputados al Congreso de la República.
Por ello, es importante impulsar medidas que promuevan la democratización interna de los partidos políticos para que las candidaturas sean representativas y no una decisión de la cúpula partidaria. En este aspecto hay que romper con el centralismo en las decisiones de los partidos, para que dejen de ser estructuras excluyentes y poco institucionalizadas. Partidos en donde los afiliados tengan voz y voto en la postulación de los candidatos.
En la misma línea, para cambiar la forma de postulación de los candidatos es necesario abrir la competencia electoral y eliminar el oligopolio de los partidos políticos tradicionales, bajando las barreras de entrada y permitiendo la incorporación de nuevos actores a la arena política. Para que los candidatos tengan oportunidad de participar en nuevas fuerzas políticas, y no dependan de los espacios de los partidos tradicionales.
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Por otro lado, es necesario modificar la forma en que elegimos a los diputados por medio de crear subdistritos electorales. Esto ayudará a que las listas de candidatos sean más pequeñas y con un sistema de voto preferente, los electores puedan votar directamente por el candidato de su predilección. Estos cambios promoverían mayores posibilidades para que los ciudadanos puedan tener cercanía con sus representantes y ejercer mejores mecanismos de control y fiscalización.
La clave para una reforma viable y exitosa es que sea acotada y con objetivos claros: cómo se postulan los candidatos y cómo se eligen a los diputados. ¿Qué opina usted?