Hoy deseo compartir con ustedes una “refrescante” experiencia que tuve como moderador del conversatorio que organizó la Cámara de Microfinanzas sobre el “bono demográfico”. La cámara organizó el evento con el interés de brindar una perspectiva que permitiera abordar las oportunidades y los retos que representa para el país, esa venta que tenemos en los próximos años, haciendo la alerta que si no tomamos las medidas adecuadas y pertinentes, con mucha probabilidad, perderíamos los beneficios que podríamos tener.
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Y digo refrescante experiencia porque fue un espacio, en medio de la agitada y convulsa agenda política, en donde se reflexionó sobre el futuro del país. Es decir, pensar en que podemos hacer para atender no solo el crecimiento económico, sino también, las acciones públicas para promover un desarrollo humano, que brinde oportunidades justas y dignas a la población.
El bono demográfico, según la CEPAL, es el periodo durante el cual se da una transición demográfica en que la proporción de personas en edad de trabajar (aquellas potencialmente productivas) es mayor que la de personas que se encuentran en situación de dependencia.
Esta ventana de oportunidad para Guatemala se abrirá en 2029 y se cerrará aproximadamente en 2069, año en donde, según las proyecciones, se empezará a revertir la proporción de personas en situación de dependencia será mayor que la de personas en edad productiva. Estas circunstancias la están enfrentando países en desarrollo. No obstante, fueron sociedades que a pesar de los problemas que tienen en la actualidad, fueron previsores y aprovecharon al máximo los años del bono demográfico.
La literatura que hace referencia a este “periodo poblacional” ve esta etapa como una ventana demográfica de oportunidades para aumentar las tasas de crecimiento económico per cápita, si se implementan políticas macroeconómicas que incentiven la inversión productiva, promuevan un ambiente social y económico estable, y aumenten las oportunidades de empleo.
No obstante, no solo se necesita de políticas económicas, también para que la venta de oportunidad sea un éxito, se deben adoptar políticas públicas de carácter social, especialmente en salud y educación, para que lograr mejoras en los niveles de bienestar de la población, y se atiendan los problemas de la pobreza, desigualdad y exclusión.
En ese sentido, los agentes políticos y económicos deberán establecer una agenda de país que permita generar un balance armónico, entres las políticas económicas y sociales, que generen un desarrollo humano integral, equitativo y justo. No hay que esperar el 2025 o el 2035 para iniciar las acciones. Las medidas se necesitan tomar inmediatamente y, además, que sean sostenibles en el tiempo. Hay que invertir hoy en la niñez y juventud para que mañana sean personas adultas y productivas con oportunidades y capacidades.
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Si lo tratamos de poner en dos platos, capitalizar la oportunidad del bono demográfico implica realizar, desde este momento, una adecuada y sostenida inversión en políticas públicas sociales en la niñez y juventud. Dar esperanza y oportunidad, no frustración y exclusión, a una juventud que no tiene oportunidades de trabajo digno, y que muchos de ellos laboran en situaciones precarias, incluso en condiciones de explotación laboral extrema. Estamos cultivando una juventud sin esperanza, sumida en una permanente frustración, que vive el día a día, sobreviviendo en contextos violentos y sin oportunidades.
Por eso, en medio de la agitada discusión política, no estaría mal que dediquemos unos minutos de nuestro tiempo a reflexionar que estamos haciendo para aprovechar la ventana de oportunidad que nos brinda el bono demográfico. Y no esperar las excusas y lamentos que en el 2069 se podrían presentar sobre lo que pudimos hacer, pero por diversas razones, no lo hicimos. ¿Qué opina usted? @josecsagt